((**Es9.401**)
Por tanto, sed valientes para ordenar los
asuntos de vuestra alma: esto es necesario también
para vuestro futuro. No querría yo que alguien
dijese: <>; o bien:
<>; porque de una u otra
resolución para uno de estos dos estados puede
depender la salvación o la condenación del alma.
Por consiguiente, haga primero cada uno lo que
debe para organizarse bien;
abra el corazón a su superior y dígale: <>. Aconséjese con los superiores y haga
después como dice san Pedro: Satagite ut, per bona
opera, certam vestram vocationem et electionem
faciatis (Cuidaos de que, a través de las buenas
obras, aseguréis vuestra vocación y elección). Los
superiores hacen lo que pueden, pero necesitan que
correspondáis a sus cuidados, que practiquéis sus
advertencias.
Pensando yo después en los diversos motivos por
los que algunos no se acercan a don Bosco, he
creído que fuera por el temor de que algún
compañero les acusara de soplones. Esto está
totalmente prohibido: quien todavía lo dijera y no
se corrigiera, después de avisado, será expulsado
de la casa. Imaginad, por un momento, que un lobo
rapaz entrase en el patio y se colocara en medio
de los muchachos; y que mientras se acerca a uno
para despedazarlo, un compañero se pusiese a
gritar:
-íSocorro! íAl lobo! íAl lobo! íHuid, que es un
lobo!
Y que otro muchacho le dijese a éste:
-A callar, soplón.
-Pero, >>no ves que en cuanto haya despedazado
al compañero, vendrá a despedazarnos a nosotros?
((**It9.438**)) -A
callar, soplón, acusón.
>>Qué diremos de ésos que querrían que los
lobos devorasen a todos por miedo a que les llamen
acusicas? Gritad, señalad el lobo a los
superiores, a los maestros, a los asistentes, a
los clérigos, para que ninguno sea devorado.
Desde la última vez que nos hemos hablado,
habéis visto desaparecer a ciertos compañeros
vuestros. Algunos fueron echados por razón de
hurto, y los otros, casi todos, por haber
sostenido malas conversaciones, por haber
menospreciado las prácticas de piedad y a los que
las practicaban.
Y a este propósito hay algunos que querrían
apartar con burlas y críticas a los que pertenecen
a la Compañía de San Vicente de Paúl, a los que
ingresan en la del Santísimo Sacramento y a los
que no se avergüenzan de pertenecer al clero
infantil y aparecer en público revestidos de
sotana. Pues bien, yo no aprecio nada a estos
burlones; en cambio aprecio mucho a los otros,
muchísimo, los quiero mucho. Por tanto, guardaos
todos de despreciar estas cosas y otras
semejantes. Buenas noches.
El día antes había escrito al caballero Javier
Provana de Collegno recordando a sus nobles hijos.
Muy apreciado Señor:
Durante los años pasados acostumbraba ir por
estos días a visitar a usted y a su familia para
felicitarles las pascuas. No puedo hacerlo este
año en persona, pero he pensado suplir de algún
modo: he aquí cómo. El primer día de la novena de
Navidad pienso ofrecer la santa misa, la comunión
y el rosario de nuestros muchachos al Niño Jesús
según sus intenciones. Por mi lado añado la de
obtener de Dios, Bien Máximo, que Luis y Manuel
crezcan en piedad, en la verdadera ciencia, que es
el santo temor de Dios, y que sus vidas sean
constantemente satisfactorias para su padre.
(**Es9.401**))
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