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al original, se ponían en manos de los alumnos.
Encargó a don Juan Bautista Francesia y a otros
doctores en Letras expurgar los libros paganos más
usados, quitando lo que contenían de impúdico, e
hizo imprimir una copiosa colección de folletos
titulados: Selecta ex latinis scriptoribus
(Selecciones de escritores latinos).
Al mismo tiempo, dado que los diccionarios
estaban llenos de palabras y frases obscenas,
pensó en hacer compilar otros nuevos, limpios de
cuanto podía perjudicar a las buenas costumbres.
Asignó el largo y pesado trabajo de un diccionario
griego-italiano e italiano-griego al profesor
Marcos Pechenino, teólogo, y le dio como amanuense
un clérigo del Oratorio. Al mismo tiempo encargó
los diccionarios latino-italiano e italiano-latino
al profesor don Celestino Durando, el cual sacó
después de su obra mayor otro diccionario
abreviado para los cursos inferiores del
bachillerato. Ambos realizaron con gran amor y
diligencia su cometido.
Pero esto no le bastaba a don Bosco. Quería a
toda costa corregir y compensar las ideas paganas
con las cristianas y pensaba, por eso, en la
publicación de los clásicos latino-cristianos, es
decir, de los santos padres y otros escritores de
la Iglesia, reivindicando la belleza de la lengua
y la magnificencia del estilo de muchas de sus
páginas, por muchos conceptos no inferiores a las
de la edad de oro de los escritores paganos. Los
adoptaría en sus escuelas, estableciendo una
lección semanal; y ((**It9.427**)) empezó
por las obras de san Jerónimo, como veremos. De
este modo pensaba promover la exaltación de la
Iglesia Católica y lograr, al mismo tiempo, que la
juventud estudiantil tuviera también en los textos
algún tema de vida cristiana.
Todos estos planes acarrearon al Venerable unos
gastos editoriales considerables. Pero, cuando se
trataba de preservar las almas del pecado e
impedir que se posaran en sus corazones falsas
máximas, él se sometía a toda suerte de
sacrificios.
Mas el trabajo de expurgar los libros de la
literatura latina hubiera resultado incompleto, de
no haber pensado don Bosco en ampliarlo a los
clásicos italianos. Y, a fines de 1868, encargó al
doctor Francisco Cerruti que compusiera un
diccionario italiano, eliminando todas las
expresiones menos delicadas en punto a honestidad;
don Francisco Cerruti obedeció y logro realizar un
trabajo apreciadísimo bajo todos los aspectos.
Ciertamente el peligro de corrupción más grave
es el de los clásicos latinos, porque
desgraciadamente entre nuestros más celebrados
escritores hubo algunos que, olvidándose a veces
de los preceptos de la moral, pusieron en peligro
de hacer perder el mayor de los bienes
(**Es9.392**))
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