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Las últimas son los Oblatos de María y el
Instituto de la Caridad. (V. Statuta n. 8 ad. 12).
Téngase presente aquí, que según las
Constituciones de esta Congregación, los miembros
se pueden considerar otros tantos sacerdotes ad
nutum Episcopi (a la orden del Obispo) en todo lo
que toca al sagrado ministerio. Hay que notar
igualmente que no se consideran miembros de la
Congregación los jóvenes acogidos que hacen sus
estudios secundarios, ni tampoco los clérigos
caritativamente acogidos o recomendados por los
Obispos a nuestras casas. Estos están totalmente
ad nutum proprii Episcopi. Yo solamente me refiero
a los normalmente inscritos en la Congregación y
que han emitido los votos, los cuales, según lo
ordenado por la Sagrada Congregación de Obispos y
Regulares, serían reservados a la Santa Sede.
Obsérvese, además, que, por vía ordinaria,
estos clérigos son jóvenes pobres, a los que hubo
que proveer desde la escuela elemental de
alimento, libros y ropa, durante todo el tiempo de
sus estudios. Muchos de ellos pertenecen a zonas
tan alejadas, como Milán, Génova, Sicilia,
Inglaterra y América. Estos, aunque son libres de
volver cuando quieran a los propios obispos, puede
decirse que se encuentran en la imposibilidad de
ir a clase a los seminarios diocesanos.
No ignoro la observación escrita por alguno a
la antes nombrada Congregación de Obispos y
Regulares, diciendo: Esos clérigos no estudian
bastante. Se tendrá sumo cuidado en lo sucesivo
para que no tengan que hacer este reproche. En
cuanto al pasado, sin embargo, hay que distinguir
entre clérigos acogidos o enviados a nosotros para
prueba y los de la Congregación. De los primeros
no me puedo hacer responsable, porque moran en
forma anormal y transitoria en el centro. De los
que realmente son miembros de la Congregación creo
que no se puede hablar así.
Podría citar a los que ocupan cargos en las
diócesis y ejercen de coadjutores, párrocos,
arciprestes, profesores en los mismos seminarios
diocesanos. Pero pienso que basta cuanto puede
afirmar S. E. Rvma. nuestro veneradísimo
Arzobispo, el cual, si lo juzgase conveniente
podría examinar a todos los que pertenecen a esta
Congregación en el espacio de veinte años, y no
encontraría ni un voto deficiente.
Otra dificultad suele hacerse para el caso en
que alguno saliera de la Congregación. Observo que
estos casos pueden darse en cualquier congregación
religiosa. Los Obispos los habrían examinado de
scientia et moribus (sobre saber y costumbres)
antes de ordenarles. Y en el caso de salir de la
Congregación, el Obispo ordenante los podría
recibir o no en su diócesis, según lo juzgara
oportuno.
En fin, omitiendo toda reflexión y observación,
respetuosamente elevo a Sus Excelencias el
siguiente fervoroso ruego.
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Nuestros centros de educación, escuelas y
oratorios festivos fueron creados para favorecer a
los muchachos más pobres y abandonados de diversas
diócesis.Cada una de Sus Excelencias ha tenido, y
quizá tiene todavía, clérigos y niños pobres de su
diócesis que disfrutan de esta Institución. Estoy
por ello íntimamente persuadido de que su común
deseo es que ésta continúe.
Por mi parte deseo ardientemente estar en
buenas relaciones y con plena sumisión a los
Obispos, especialmente de la provincia de Turín,
por lo que ruego y suplico a Sus Excelencias
quieran ayudarme, con su acción y su consejo, para
que esta Institución se consolide con garantía
moral de existencia después de mi muerte, esto es,
que sea aprobada definitivamente por la Santa
Sede.
(**Es9.389**))
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