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Guastalla, Lucca, Albenga, Mondoví, Asti, y de los
Vicarios Capitulares de Acqui y Susa.
No respondieron los Ordinarios de Milán, Cúneo,
Bérgamo, Piacenza, Módena, Florencia e Ivrea. El
de Pinerolo dio voto desfavorable.
No contento con las cartas comendaticias
individuales, intentó el Venerable obtener una
aprobación colectiva de los Obispos de la
Provincia Eclesiástica de Turín.
El Arzobispo había convocado a sus sufragáneos
para tratar de los temas a proponer al Concilio
Ecuménico y de otros asuntos ((**It9.420**)) para
utilidad de sus diócesis. Eran estos los Obispos
de Alba, Asti, Cúneo, Ivrea, Mondoví, Pinerolo,
Saluzzo y los Vicarios Capitulares de Acqui,
Fossano y Susa. Y don Bosco, después de haber
hablado con el Arzobispo monseñor Riccardi, envió
a la asamblea de dichos prelados la siguiente
humildísima súplica.
Excelencias Reverendísimas:
Persuadido de que sus Excelencias
Reverendísimas quieran bondadosamente escuchar mis
pobres expresiones, me animo a indicar enseguida
mi finalidad, que se refiere a la Institución
comúnmente llamada Oratorio de San Francisco de
Sales. Creo que Sus Excelencias ya se han dignado
tomar parte en alguna función sagrada, o al menos
visitado o de otro cualquier modo beneficiado a
los pobres muchachos, que acostumbran reunirse en
los locales, llamados Oratorios Festivos y Asilos
de la Juventud.
Para poder tener en ellos catequistas, maestros
y asistentes, se comenzó una especie de
Congregación, de la que ya hay una relación en la
Notitia Brevis, una copia de la cual me he
permitido enviar a cada una de Sus Excelencias.
Todo ha procedido siempre bajo la guía y con el
consejo de monseñor Fransoni, de feliz memoria.
Este benemérito y llorado Prelado instaba
constantemente a que se estudiara un medio para
dar forma estable a esta Institución, para que
pudiera existir tras la muerte del que esto
escribe. Con trato de singular clemencia me
constituyó a tal fin Director Jefe de los
Oratorios Masculinos.
Además, con una carta de recomendación, me
envió a Roma el año 1858. El Padre Santo, después
de examinarlo todo, terminó con estas palabras:
<>.
En audiencias posteriores el mismo Padre Santo
me expuso el proyecto de un reglamento, que yo
procuré redactar y formar con trece capítulos,
divididos en muchos artículos breves.
Este reglamento fue presentado al loado
monseñor Fransoni, quien me dijo personalmente que
lo había leído y hecho leer a una persona experta,
y que lo volvía a enviar con algún detalle
práctico que inmediatamente fue introducido en las
proyectadas Constituciones.
Después de cinco años de prueba, se presentaron
estas Constituciones a la Santa
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