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Turín, 13
de noviembre de 1868
Apreciadísimo Señor:
Hace ya algún tiempo fui a visitar a V. S.
apreciadísima para rogarle admitiera en su
internado al joven Luis Pescarmona, natural de
Costigliole de Asti, de dieciséis años, quien
desea aprender un oficio; no tuve la suerte de
encontrarle, pero hablé con uno de sus
secretarios, que estuvo atentísimo y me dijo que,
si el tal Pescarmona, huérfano, pero propietario,
se comprometía a pagar durante un trimestre
veinticuatro liras al mes, además de la cama, y la
ropa, sería admitido, salvo que se le dieran
mayores ((**It9.413**))
facilidades de acuerdo con su comportamiento, una
vez pasado el primer trimestre.
Dicho joven está ahora aquí en Turín y, como yo
no puedo ir personalmente, me permito presentarlo
con la presente a V. S., rogándole lo acepte con
dichas condiciones, persuadido de que dará buen
resultado. Le acompaña Forno, cuñado suyo, e hijo
de su tutor. Me reservo el ir a agradecérselo y,
entre tanto, ruégole acepte los sentimientos de
todo mi aprecio.
De V. S.
Su seguro servidor
VISONE
El comendador Visone, bienhechor del Oratorio,
había recomendado otros muchachos a don Bosco e
iba con frecuencia a visitarle en su humilde
habitación, donde pasaba con él largas horas.
El comendador Cova, primer oficial de la
Secretaría Real del Gran Maestrazgo de la Orden de
San Mauricio y miembro de la Audiencia, tenía con
él íntima amistad. Habiendo ido a Lanzo para la
inauguración de unas nuevas salas en el Hospital
Mauriciano, quiso manifestar públicamente el
aprecio que sentía por don Bosco: y así, al
marcharse, camino de la estación, cercado y
seguido por todas las autoridades del pueblo y
muchos miembros de la Orden, colocó a su derecha
al Director del Colegio, que había ido a
saludarle. Aquel honor iba dirigido al Padre en la
persona de uno de sus hijos.
Cuando el caballero Bartolomé Bona fue Ministro
de Obras Públicas, presentóse un día don Bosco
pidiendo audiencia y el ujier retardaba
introducirle con varios pretextos. Pasó en esto
cierto señor, el cual le saludó cordialmente y,
visto aquel inconveniente, le introdujo y contó a
S. E. el trato que don Bosco había recibido en la
sala de espera.
Bona, amigo y bienhechor, recibió a don Bosco
con gran cordialidad, se entretuvo largamente con
él y le rogó aceptara un sobre que contenía mil
liras. Don Bosco agradeció su generosidad, tan
oportuna para las necesidades del Oratorio, pero
Bona le respondió:
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