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((**Es9.367**) augurios ante la relación de las señaladísimas gracias que numerosos fieles continuaban obteniendo al invocar a María Auxiliadora. Las clases del bachillerato habían empezado y, después de la fiesta de Todos los Santos, los clérigos estudiantes de teología empezarían regularmente en el Oratorio las clases de Dogmática, Moral y Sagrada Escritura, impartidas respectivamente por el canónigo Marengo profesor del seminario, don Juan Cagliero, y don Miguel Rúa. Así lo había propuesto el Arzobispo, con lo que permitía que los clérigos del Oratorio no estuvieran obligados a ir a clase al Seminario. No obstante, continuaron presentándose a los exámenes del Seminario como antes, y más tarde buscó don Bosco examinadores entre los mismos que examinaban a los seminaristas, disponiendo también que tuvieran que desarrollar poco más o menos los mismos programas que hacían los clérigos de la diócesis y sobre los mismos textos que ellos tenían. El canónigo Marengo dirigía los estudios teológicos y filosóficos y, cuando él murió, suplióle el teólogo Molinari, profesor también en el seminario. Estos Venerandos amigos de don Bosco daban clase gratuitamente en nuestra casa, a unas horas no muy cómodas para ellos, coincidiendo con las que los clérigos tenían libres de sus clases y asistencia a los muchachos. Al mismo tiempo los alumnos cumplían una norma importantísima establecida para que no entraran en el Oratorio libros malos, o, si casualmente entraban, fueran retirados cuanto antes. ((**It9.398**)) Ya se ha dicho en otro lugar, cómo desde que empezó a tener estudiantes, había prescrito el Venerable que, al ingresar en la casa y al comienzo del curso, se presentase al Superior la lista completa de los libros que cada uno tenía, y que, si a lo largo del año, recibieren otros de casa o de cualquier otro sitio, estaban obligados a presentarlos para su examen al Director de estudios. Si éste opinaba que eran malos, se destruían; si no eran aptos para su condición, edad o índole, los guardaba y devolvía a su tiempo. Entre éstos se encontraban novelas, con las que don Bosco era muy riguroso y cuya lectura, aun de las que comúnmente se tenían por buenas, prohibía a los jóvenes. Repetía que estos libros fomentan las pasiones, hacen perder tiempo y las ganas de estudios serios. Ni siquiera aconsejó nunca la lectura de I Promessi sposi (Los Novios) pues decía que no era un libro para poner en manos de los muchachos, y repitió muchas veces: -Creed en mi experiencia; la lectura de este libro de Manzoni, ocasionó la pérdida de muchas vocaciones. (**Es9.367**))
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