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M. R. señor don Juan Bosco:
Me atrevo a enviarle este librito rogando a V.
S. M. R., por caridad, me encomiende
encarecidamente a la Bienaventurada Virgen María
Auxiliadora a fin de que se digne obtenerme los
auxilios divinos que necesita mi alma y, si a Dios
place, también un poco de salud para ayudar al
prójimo, especialmente con los oficios del
ministerio sacerdotal.
Lucca, 19 de octubre de 1868.
Su afmo. y seguro
servidor en Cristo
ALMERICO GUERRA, Pbro.
Entre tanto volvían de vacaciones los muchachos
y fraternizaban con otro centenar de alumnos
nuevos, admitidos por don Bosco y recibidos con
alegría por los que no se habían movido del
Oratorio. Naturalmente las primeras conversaciones
eran sobre el Siervo de Dios. Los que volvían
estaban persuadidos de que, desde la mitad de
junio, no hubiese muerto ninguno en el Oratorio, y
las fiestas extraordinarias de la iglesia de María
Auxiliadora, la preparación a los exámenes del mes
de julio y de agosto, que absorbían sus
pensamientos, las vacaciones con sus
entretenimientos debieron hacer olvidar o
debilitar el recuerdo del aguinaldo del Año Nuevo
a muchos. Es de imaginar, pues, su sorpresa al
enterarse de la muerte de Bonenti. Todos
recordaron entonces las palabras de don Bosco,
comprobaron las circunstancias, y se persuadieron
de que concordaban con las señaladas para la
muerte del tercero del sueño. No se habría
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encontrado convenientemente preparado para
presentarse tranquilo al tribunal de Dios: don
Bosco le prepararía a bien morir; los padres no le
habrían visitado; los jóvenes que habrían dado la
noticia de su muerte, habrían venido de un lugar
próximo al jardín, o sea del Oratorio.
Este suceso despertó una curiosidad más aguda
por comprobar la otra predicción de los seis, que
en aquel año, además de los tres dichos, debían
pasar a la eternidad. Habían muerto ya Petiva,
Rossi, Croci, Bongiovanni. Y el registro de la
Casa dice: <>.
Era el quinto.
El 19 de octubre, lunes, hablaba don Bosco así
a los alumnos:
19 de octubre de 1868
Tengo el gusto de volver a veros y no os digo
más que lo que dice san Pablo: Qui stat, videat ne
cadat (el que está en gracia de Dios esté alegre,
pero procure no caer).
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