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como no lo hubieran hecho ante un santo. Al salir
preguntó por qué guardaban aquel ademán ante él y
respondió:
-Todo procede del concepto que esta casa tiene
de la castidad sacerdotal.
Y añadió don Bosco para su enseñanza:
-Cuando un sacerdote vive puro y casto, se
convierte en dueño de los corazones y obtiene la
veneración de los fieles.
Era muy circunspecto en el trato con las
personas de otro sexo, de la nobleza o del pueblo
que, desde 1865 hasta el fin de sus días,
acudieron en número incalculable a visitarle, por
razón de su ministerio, para acudir a María
Santísima o para recomendar muchachos; ((**It9.388**)) nunca
clavaba los ojos en su rostro y jamás les
estrechaba la mano; sólo permitía, y no siempre,
que le besaran la suya. En la habitación se
sentaba a cierta distancia de ellas. Procuraba,
dentro de lo posible, ser breve y, si alguna vez
se alargaba la conversación, decía para excusarse,
con san Francisco de Sales:
->>Acaso no es una gran caridad dejarles
hablar? íLo necesitan mucho las pobrecitas!
Y todos admiraban su compostura. Aunque, con
ocasión de fiestas, había muchas que se agolpaban
en su derredor, en la sacristía o en el patio,
para conseguir su bendición, se veía en ellas un
profundo sentimiento de respeto y de veneración
hacia él. Nunca se oyó a ninguno de los
espectadores hacer la más mínima recriminación
sobre su conducta.
Monseñor Galletti, obispo de Alba, le apreciaba
tanto que, habiendo ido a visitar a don Bosco,
entró en su habitación, sin estar él presente, y
dijo:
-íQué suave perfume de santidad hay aquí
dentro!
Era la habitación de la oración, de las
vigilias, del trabajo, de la mortificación y hasta
de las más pequeñas cosas; en suma era la
habitación de una alma pura.
<>.
Apenas volvió de Castelnuovo, don Bosco empezó
a examinar las relaciones escritas que, al
terminar cada año escolástico, debían enviarle los
di rectores acerca de la marcha y estado de cada
una de
(**Es9.358**))
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