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->>Ves a Lasagna? íQué buena madera para hacer
con él un misionero!
Y fue misionero y obispo.
El Venerable no tardó en enterarse del informe
y manifestó al Capítulo de la Pía Sociedad el
disgusto que experimentaba por la funesta
impresión que había podido causar en el ánimo de
los cardenales; pero no guardó rencor contra el
que lo había redactado. Escribió don Joaquín
Berto: <>.
Esto sucedió muchas veces; y más todavía, tuvo
ocasión de ayudarle y lo hizo con gusto. En 1869
estaba Monseñor en cama, con un ataque de
artritis, y, aunque mal de su grado, mandó a su
hermano a suplicar al Venerable que fuera a darle
su bendición. El hermano, que era un verdadero
bienhechor del Oratorio, y gran amigo de don
Bosco, iba con frecuencia a visitarle y se
complacía en observar el espíritu que lo animaba,
el candor de los jóvenes y gozaba asistiendo a
todas las fiestas de Valdocco. Cumplió, pues, el
encargo. Don Bosco le atendió enseguida y el
enfermo, apenas recibió la bendición, se sintió
libre de sus dolores, se levantó y desde aquel día
se convirtió en un gran protector del Oratorio.
Así lo cuenta don Pablo Albera.
Con todo esto, en agosto de 1868, esperaba el
Venerable ((**It9.373**)) obtener
la aprobación de su Instituto; desconfiaba
solamente de alcanzar la facultad de las
dimisorias. Pero las pedía con insistencia, aun
previendo, tal vez, las tribulaciones que le
sobrevendrían durante años y años. Por eso no
cesaba de recomendarse al consejo de personas
influyentes y benévolas, y enviaba también al
padre Oreglia los documentos para esta diligencia,
rogándole se interesara personalmente por ella.
El padre Oreglia le contestaba:
Roma, 16 de agosto de 1868
Reverendísimo y apreciadísimo don Bosco:
He recibido a su tiempo su envío del 7 del
corriente. Muy agradecido a la confianza que me
dispensa y siempre dispuesto a servirle, lo mejor
posible, por tantísimas razones. Me aconsejé antes
con uno de nuestros padres, Consultor de los
Obispos y Regulares, muy encariñado con V. S. y
todo lo suyo. Me dijo que no creía prudente de
ningún modo que yo fuera al cardenal Berardi; que
no sacaría nada en limpio y, en cambio, le
desagradaría se entrometiera en asuntos secretos
una persona
(**Es9.345**))
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