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((**Es9.344**) concluyente de estas acusaciones aparece elocuentemente en nuestros volúmenes. Sin embargo, no podemos dejar de hacer alguna reflexión. Los clérigos de don Bosco, desde el principio del Oratorio, fueron siempre a clase al seminario y la mayor parte de ellos pasó los exámenes con elogio, mientras con privaciones, incomodidades y sacrificios enviaban centenares de alumnos a los seminarios; de modo que muchas diócesis, que carecían de sacerdotes, pudieron adquirir un clero numeroso. >>Y se puede suponer que no tenían espíritu eclesiástico? El Oratorio había empezado con una sencilla catequesis. Al catecismo se añadieron los entretenimientos, las escuelas nocturnas y dominicales; después el internado para muchachos pobres abandonados, las escuelas de artes y oficios y los mismos colegios de bachillerato. La obra de Dios se fue desarrollando gradualmente y, junto con los pobres, acudían también al Oratorio muchachos de familias de clase media que deseaban ponerlos bajo la dirección de don Bosco. >>Cómo iba don Bosco a rechazarlos o no exigirles la módica pensión que podían pagar? Por lo demás, él continuó recibiendo gratuitamente a muchos niños necesitados. Otra observación sobre la crítica más maliciosa contra la persona de don Bosco. Nosotros podemos y debemos declarar explícitamente que jamás le oímos vanagloriarse de las recepciones tenidas en Roma y en otros lugares: raras veces aludió a ellas en las conferencias privadas a sus hijos; siempre atribuía a la Pía Sociedad Salesiana, de la que era cabeza, los honores tributados a su persona, para animar a sus hijos acometidos de tantos modos y ípara entonar un himno de humilde acción de gracias a la Virgen! Por lo demás en el caso específico a que se refiere >>no había estado ((**It9.372**)) con él don Juan Bautista Francesia? >>Y quién podía impedir a tal hijo narrar las glorias del amadísimo padre? Resulta por demás ingenua la opinión del desacuerdo con la familiaridad de clérigos y muchachos, ya fueran éstos aprendices o estudiantes, como lo eran en su mayoría. Lo que escandalizaba a los espectadores superficiales, encantaba a don Bosco, quien estaba seguro de que así se impedía todo mal moral y a la par estudiaba también las energías físicas y los modos de cada uno. Un día el clérigo Luis Lasagna, que ya era profesor, jugaba con sus alumnos a la pelota, pues era buen pelotari. Entró don Bosco en el patio en aquel momento y después de contemplarle un momento, dijo a Don Juan Garino que estaba a su lado: (**Es9.344**))
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