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señora Gastaldi, madre del Obispo de aquella
ciudad, gravemente enferma, y dar así un desahogo
a su corazón agradecido a aquella buena señora,
que tanto se había afanado por el Oratorio. Su
visita proporcionó inmensa alegría a la madre y al
hijo; pero él se conmovió al contemplar los
dolores que padecía la enferma y ver que, en
breve, tendría que dejar este mundo...
>>En aquellos mismos días se acercó también a
visitar a un antiguo amigo suyo sacerdote,
compañero del seminario, que hacía varios años se
encontraba achacoso.
>>Se saludaron cordialmente, pusiéronse a
charlar sobre su enfermedad y enseguida advirtió
que, además del mal físico, sufría moralmente
puesto que, después de haber consultado a muchos
médicos y haber probado muchas clases de remedios,
sin experimentar ningún provecho, había perdido el
ánimo y la esperanza de curar. Intentó don Bosco
reanimarlo, exhortándole a confiar en María
Auxiliadora, que tantas gracias había ya derramado
en favor de otros; le aseguró que con una fe viva
en Ella, dentro de unos quince días podría empezar
a celebrar la santa misa. Pero, por más que le
dijo, no logró reavivar en él la confianza en la
Madre celestial. Al separarse de él, deploraba la
suerte de algunos sacerdotes que, aunque no eran
de malas costumbres, sin embargo, por encontrarse
en medio del mundo cercados solamente de seglares,
no oyen hablar más que de negocios mundanos y
materiales, pierden el espíritu de fe y devoción y
resulta más difícil excitar en ellos estos
sentimientos tan consoladores y saludables para el
cristiano, que en los mismos laicos>>.
((**It9.351**)) También
se detuvo un poco en Turín. El clérigo Esteban
Bourlot, que anotaba con esmero el desarrollo de
las predicciones oídas al principio del año,
preguntó a don Bosco hacia la mitad de agosto:
->>Y qué me dice del tercero que, según el
sueño, debe morir?
-El tercero, le respondió, hará una vez más el
ejercicio de la buena muerte y espero salvarlo,
aunque ahora todavía no está preparado para el
gran paso.
En efecto, en la primera semana de septiembre
se hizo el ejercicio de la buena muerte y el día
9, víctima de una grave enfermedad, llevaron al
Hospital de los Caballeros, o de San Mauricio y
San Lázaro, el aprendiz de cerrajero Juan Bautista
Bonenti, de dieciocho años, natural de Carpignano
Novarese.
El Hospital de los Caballeros se hallaba
entonces a poca distancia del Oratorio, junto a la
plaza de Manuel Filiberto, y precisamente en
Puerta Palacio.
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