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-Excelencia, replicó Costamagna, yo respeto y
quiero a mi Arzobispo, pero quiero también a don
Bosco, a quien considero como padre.
El Prelado volvióse entonces a hablar con los
demás. Esto fue una auténtica humillación para
Costamagna. Los clérigos se asombraron,
especialmente los del seminario de Susa. Había
entre ellos algunos que anteriormente habían sido
alumnos del Oratorio, del todo ignorantes de las
divergencias entre monseñor Riccardi y don Bosco.
El mismo día, ordenó monseñor Ferré a don José
Fagnano, en Casale.
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