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Tiempo después, Recab, descendiente de Jetró,
suegro de Moisés, fue fundador y jefe de la
sociedad de los recabitas. Estos vivían en el
campo con sus familias bajo las tiendas, y
llevaban una vida pastoril como los santos
patriarcas. Se abstenían del vino, no construían
casas, no poseían tierras y se entregaban al
estudio y a la meditación de la palabra divina y a
cantar las alabanzas del Señor. Mérito suyo fue la
fidelidad a estas reglas y, con Elías, Eliseo y
los hijos de los profetas, sirvieron de modelo
para los monjes de la Iglesia de Jesucristo.
Pero los institutos religiosos de la Ley
Antigua dan paso a los de la Nueva, los cuales,
como los primeros, son inspirados por el Señor.
Aparece sobre la tierra el Mesías prometido, que
dice: Non veni solvere legem sed adimplere (no
vine para anular la ley sino para cumplirla). Y
empieza a fundar, con sus doce apóstoles y los
setenta y dos discípulos, la primera congregación
religiosa del Nuevo Testamento ya que, como
sabemos por el Evangelio y por la tradición, se
obligaban bajo voto a la pobreza, la obediencia y
la castidad, aunque no expresados en la forma que
hoy usamos nosotros. Jesús les había dicho:
Sequere me (seguidme) y ellos, sin más, aceptaron
cumplir su voluntad y, con la obediencia,
aceptaron la pobreza: Reliquimus omnia et secuti
sumus te (Todo lo hemos dejado y te seguimos a
ti). Jesús decía de ellos: <>.
Y una vez que ascendió al cielo, sus apóstoles
y sus discípulos difundieron por doquier los
consejos evangélicos y así se poblaron de monjes
los desiertos de Egipto y Palestina y se añadieron
después los seguidores de las Reglas de san
Agustín, los Basilios, los Benedictinos y demás
órdenes religiosas, que Dios suscitó según las
necesidades de su Iglesia. A ellos debe el mundo
la conversión de los pueblos, el incremento de la
agricultura y de las artes, de las ciencias y de
la civilización.
A las Ordenes se unieron las Congregaciones,
formadas también por millones de almas generosas,
que se retiraban del mundo a innumerables
conventos para poder llevar una vida más perfecta
y más pura, y para ((**It9.347**)) ser luz
del mundo y sal de la tierra, consuelo y ayuda de
los pobres en sus desgracias.
Nuestra Pía Sociedad es una de las últimas
congregaciones religiosas aparecidas, y, al igual
de las otras, fue suscitada por la bondad de María
Santísima, que se puede llamar fundadora y madre
de todas, desde el Cenáculo hasta nuestros días.
No tiene más finalidad que la de preparar buenos
sacerdotes y buenos seglares para cumplir la
misión que les fue confiada. Debemos, por tanto,
buscar primero la santificación de la propia alma
y después la de los demás.
>>De qué modo? Poniendo en práctica los
consejos evangélicos...
Nuestra Congregación tiene por fin la salvación
de las almas, que es lo más noble que imaginarse
pueda, pero es preciso empezar por nosotros
mismos, por nuestra alma... Hemos de llegar a ser
tales que tengamos capacidad para desempeñar con
fruto nuestro ministerio.
Antes de enviar a uno a predicar, a enseñar, a
dirigir, el superior mide sus fuerzas, como hace
la madre de un pajarito en el nido. No lo lanza a
volar hasta que no le ve dotado de alas fuertes,
porque teme que no pueda escapar de las garras del
halcón o bien que caiga al suelo por falta de
fuerzas. Así el superior no da a nadie una misión,
si no lo ve provisto de plumas robustas para no
perderse a sí mismo y a los demás.
Así, pues, por ejemplo, antes de ir a predicar
a los otros la modestia de los ojos, es menester
que él la posea en grado eminente; de lo contrario
no solamente no será escuchado, sino que se le
echará en cara este defecto, diciéndole: Medice,
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