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>>-Venga el que quiera; no me confesaré.
>>Fue don Bosco y en cuanto llegó, dijeron a la
enferma:
>>-Ha llegado don Bosco.
>>-Cuando esté curada me confesaré.
>>-Es que don Bosco te hará sanar.
>>-Que me cure y entonces me confesaré.
>>Como yo tenía en la mano una medalla de María
Auxiliadora con un cordoncito, se la presenté. La
enferma la tomó, la besó y se la puso al cuello.
Los presentes lloraban de emoción. Hice que
salieran aquellas personas; la bendije y ella se
santiguó; le pregunté cuánto tiempo hacía que no
se confesaba y se confesó. Cuando terminó me dijo:
>>->>Qué le parece? Hace poco no quería
confesarme y me he confesado.
>>Estaba contenta.
>>-Pues yo no sé qué decir, le respondí: mire,
es la Santísima Virgen, que quiere que se salve.
>>Y la dejé con los sentimientos de una buena
cristiana.
>>Pongamos, pues, toda nuestra confianza en
María, y quien no lleve aún su medalla al cuello
póngasela; y por la noche, y en las tentaciones,
besémosla y experimentaremos una gran ayuda para
nuestra alma.
>>Hoy se ha encontrado una cartera, con algunos
billetes de banco dentro y dos medallas envueltas
en un papel. Quien la haya perdido que pase a
recogerla. Se le devolverá como premio a su
devoción a la Virgen.
>>La flor para mañana es hacer una
mortificación: por ejemplo, perder un minuto de
recreo para hacer una visita a Jesús Sacramentado
o algo semejante>>.
6 de septiembre
Flor: Devoción en la iglesia.
El 8 de septiembre, a las seis de la tarde,
después de los actos religiosos en la iglesia, se
leyeron las calificaciones de los exámenes y se
hizo el solemne reparto de premios a los
estudiantes que se habían distinguido por su
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aplicación y conducta. Aquel día, impregnado con
el recuerdo de las bondades de don Bosco para con
sus queridos hijos, terminó, como de costumbre,
con un variado entretenimiento de música, cantos,
poesías serias y cómicas que hicieron muy
agradable la fiesta. Cada año comenzaba ésta con
el discurso de un profesor y la cerraba don Bosco,
con una charla siempre digna de consideración.
El 9 por la mañana, después de la santa misa,
dio don Bosco una plática con los avisos para las
vacaciones, tejió un himno de acción de gracias y
una gran parte de los estudiantes marchó a su
casa. El Siervo de Dios les había recomendado
calurosamente la devoción a la Virgen y plena
confianza en ella en las necesidades espirituales
y temporales: la misma confianza que llevaba
multitudes a la iglesia
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