((**Es9.310**)
El Venerable predijo también, muchos años
antes, que otro muchacho se suicidaría. En efecto,
era entonces bueno y piadoso, pero después de
algún tiempo de haber salido del Oratorio,
viéndose traicionado por un pérfido compañero,
perdidas su fortuna, su familia y su honor, se
quitó la vida de un pistoletazo. Los dos nombres
se conservan en las crónicas. Fueron muchos los
testigos de estas predicciones y de su
cumplimiento. Uno de ellos, don Miguel Rúa.
Así que don Bosco, por sus virtudes y el don de
penetración de los corazones, se ganaba el aprecio
y la confianza de todos, comprendida la Nobleza de
Turín y de otras ciudades, y era llamado para
cooperar al éxito de la educación de los hijos.
Cuando alguno de ellos parecía que empezaba a
descarriarse, la última áncora de salvación era
don Bosco, que se ganaba la cordial amistad de
aquellos muchachos. Por eso se los enviaban a él o
les procuraban una charla con el Siervo de Dios en
su propia casa. La palabra de don Bosco resultaba
eficaz, y muchos señoritos cambiaron de conducta y
fueron la gloria de sus propias familias. No es
conveniente traer las pruebas de nuestro aserto,
ni publicar cartas confidenciales; presentaremos
sólo una cartita de don Bosco, contestando a la
hermana de un joven que le había escrito por
encargo de sus padres.
((**It9.333**)) Turín,
10 de agosto de 1868
Ilma. Señora:
Su deseo y el de mamá serán satisfechos: se
celebrarán las tres misas y a mis pobres oraciones
se unirán las de nuestros muchachos durante los
tres días ientes a hoy.
El señorito puede venir cualquier día de esta
semana por la mañana hasta las dos de la tarde y
procuraré servirle con la galantería que se
merece.
Le ruego entregue la carta adjunta a papá con
mis saludos para él y mamá. Dios la bendiga.
Ruegue por mí que, agradecido, me profeso
De V. S. Ilma.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Don Bosco quería mucho a los hijos de sus
bienhechores, como lo demuestra la respuesta a una
carta que le había escrito el marquesito Fassati,
desde Montemagno:
Querido Manuel:
Me ha gustado tu carta y no he dejado de
aplicar mis pobres oraciones, según tu intención.
No sé si Dios nos habrá escuchado, o no; tú lo
sabrás. Pero te aseguro
(**Es9.310**))
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