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para la celebración de misas, catecismos,
predicación y demás. Por esto, respetuosamente le
suplico que en sus obras de caridad quiera incluir
ésta, que usted ya empezó a proteger.
Por mi parte, y mientras viva, no dejaré de
invocar cada día las bendiciones del cielo sobre
usted y sobre las personas que se relacionan con
usted. Y con la dulce esperanza de que nos
encontraremos un día juntos en la patria de los
bienaventurados, con profundísima estima y
gratitud, me cabe el honor de poderme profesar
De V.S.B.
Turín, agosto de 1868.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
P. S. Por si acaso llegase a su conocimiento
que alguno de los que contribuyeron a la
construcción de esta iglesia no hubiera recibido
la medalla conmemorativa, ((**It9.328**)) ruégole
me lo indique y haré todo lo posible para cumplir
con tal deber de gratitud.
Desde Roma se dirigía a él para que le
aconsejara, la veneranda Madre Presidenta de Tor
de'Specchi. Recordamos que don Bosco le había
prometido que su monasterio, después de algunas
dificultades, volvería a florecer. Y así fue. En
julio de 1869 la Presidenta anunciaba al caballero
Oreglia que aquel año había tenido cinco nuevas
novicias a las que se añadieron más tarde otras.
Pero aquellos días la buena Madre estaba aún
angustiada por el número tan pequeño de su familia
religiosa y dudaba antes de aceptar una nueva
postulante. Escribía a don Juan Bautista
Francesia:
3 de agosto de 1868 J.M.J.
Rvdo. Señor:
El buen caballero Oreglia, antes de marchar de
este querido retiro, me dijo que, durante su
ausencia, me dirigiese a usted y lo hago con
agrado. Más aún; antes lo hubiera hecho, de no
habérmelo impedido la triste circunstancia de una
hermana religiosa que murió tras breve enfermedad.
Bendito sea Dios; pero puede imaginar la pena que
me da ver disminuir el número, ya pequeño, de esta
comunidad. Somos nueve; si el número
correspondiese a la fuerza de los miembros, menos
mal, pero no es así; no sabemos cómo atender a los
oficios y a los actos comunes; necesitamos sin
falta alguna ayuda.
Hay una y hábil joven fuera de Roma; no es de
familia distinguida más que en su pueblo, pero
vive con decoro y honestamente aunque, por la mala
administración, su familia no es hoy rica como lo
era. Su madre, que está viuda, es una santa mujer;
por todo esto que le expongo me disuaden de
aceptarla, diciéndome que nuestro instituto fue
fundado para señoras de la nobleza y que, si
recibiera a ésta, perjudicaría a la institución.
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