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((**Es9.299**) La mayorcita, próxima a los catorce años de edad, había perdido casi instantáneamente la vista y apenas distinguía el día de la noche. La otra, con una inflamación crónica de los ojos, tenía que sostener los párpados cerrados porque no podía sufrir la luz. Don Bosco les aconsejó una novena a María Auxiliadora, consistente en rezar tres padrenuestros, avemarías y glorias y una salve cada día, encargó al joven José que acompañara a su madre y a las dos hermanas en estas plegarias y acabó dándoles la bendición pedida. La primera hermana curó del todo instantáneamente y nunca más tuvo molestias en los ojos; la segunda no cambió hasta el último día de la novena: aquel día, apenas terminó las oraciones prescritas, le desapareció la inflamación y recuperó totalmente la vista. No le quedó más que una manchita en los ojos, casi como un recuerdo del antiguo mal. El hermano, testigo de tales prodigios, se aferró más a las palabras del Siervo de Dios, en la persuasión de que había tenido luces especiales sobre su vocación. El 1.° de octubre de aquel año entraba en el Oratorio y ya veremos la importante misión que el Señor le reservaba en Francia. El mismo Ronchail nos expuso también esta narración. El 27 de julio, dice la crónica, don Bosco dejaba Fenestrelle. Al caer de la tarde se presentaron en el Oratorio dos sacerdotes desconocidos que querían hablar con el Siervo de Dios. Como aún no había vuelto a casa, le esperaron hasta la noche, sin querer decir su nombre. Cuando don Bosco llegó les tributó mil agasajos. -Soy monseñor Ricci, díjole uno, Maestro de Cámara de Su Santidad. El otro era el padre Guglielmotti, dominico, famoso historiador de la Marina Pontificia. Aceptaron satisfechos la hospitalidad que don Bosco les ofrecía y al día siguiente, después de visitar la casa, acompañados por don Celestino Durando fueron al colegio de Lanzo. El ((**It9.320**)) día 29 por la mañana marcharon hacia Roma. Parece que llevaban alguna misión especial. Esta visita prestó ocasión a don Bosco para escribir una carta a aquel Monseñor, ya que un encargo dado al caballero Oreglia no había sido cumplido. A S. E. Rvma. Monseñor Francisco Ricci, Maestro de Cámara de Su Santidad -Roma. Excelencia Rvma.: Cumplo un poco tarde con mi deber de agradecer a V. E. Rvma. la bondad que tuvo al venir a hospedarse en nuestra pobre casa. Guardaremos de ello el más caro y grato recuerdo. (**Es9.299**))
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