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El Siervo de Dios se conmovió con las peticiones
de los amigos que le esperaban en Pinerolo y fue a
Ruá, bendijo al pobre cura, que se calmó, curó, y
vivió aún muchos años.
Al día siguiente, 26, era domingo, y la fiesta
de santa Ana. El Venerable predicó en la capilla
del Puy, parroquia de Fenestrelle.
((**It9.318**)) El
lunes marchó a Usseaux, pueblo de José Ronchail,
que había terminado entonces los estudios de
filosofía y pensaba seguir la carrera
eclesiástica. Pero estaba bajo la tutela del
abuelo, el cual había determinado dedicarle al
comercio y ya le había encontrado colocación en
una casa de Lyon; más aún, había fijado su partida
para el sábado siguiente y él no se atrevía a
oponerse.
Al llegar al pueblo, don Bosco fue a hospedarse
en casa del Párroco. Dos seminaristas estudiantes
de teología y compatriotas de José que lo
supieron, fueron en busca del amigo y empezaron a
hablar de don Bosco. Ronchail no conocía a don
Bosco, y ni le había oído nombrar. Los
seminaristas, en cambio, que deseaban con ardor
verle porque habían oído hablar mucho y muy bien
de él, le propusieron que los acompañara a la
visita que pretendían hacer al Siervo de Dios
aquel mismo día, y él, para complacer a los
amigos, los siguió.
El Venerable, apenas vio entrar a los tres
jóvenes, sin atender a los dos seminaristas, se
dirigió inmediatamente al mozo encaminado para el
comercio, le agasajó con cariño y tomándole por
una mano, le dijo:
-He aquí un bonito mirlo al que han puesto en
la jaula.
Estas palabras hicieron mella en el corazón de
José; su vocación adormecida durante un tiempo, se
reanimó; pidió al Venerable una entrevista
particular y su determinación de consagrarse al
Señor se hizo sólida e irreversible; más aún, se
decidió a ir con don Bosco a Turín.
Faltaba disuadir al abuelo de su decisión
cuando un suceso extraordinario quitó toda
dificultad. He aquí cómo lo contaba don Carlos
Gros, párroco de Pomaretto, el año 1904, a sus
ochenta y dos años cumplidos, a don Pedro
Pestarino de Rossiglione, para que nos
transmitiera su testimonio.
Resulta que don Carlos Gros, capellán por
aquellos lugares en 1868, se encontró, un día que
soplaba un viento muy fuerte, cerca de Fenestrelle
con don Bosco en un carruaje con el reverendo
Bourlot, que volvía de ((**It9.319**)) Laux. Y
he aquí que se le presentó José Ronchail con su
madre y dos hermanas pequeñas. Bourlot paró el
caballo y la buena madre rogó a don Bosco que
bendijera a sus hijas.
(**Es9.298**))
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