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Por la tarde del domingo 19 de julio, fiesta de
san Vicente de Paúl, llegaba don Bosco a Cumiana,
donde pasó un día entero con aquella apreciada
familia y con los profesores que le habían
acompañado. íCuántas glorias de María tuvo que
contar allí!
Don Miguel Rúa escribía en la crónica el día 20
de julio: <>.
Una de estas procedía de Austria:
Reverendísimo Señor:
Hace unos días, agobiada de terror, invocaba el
valimiento de las oraciones de V. S. en favor de
mi yerno Carlos Lutzow, y hoy ((**It9.317**)) no sé
con qué palabras darle gracias. Escuche: mi
Carlos, después de una grave enfermedad, estaba,
como se dice, a punto de muerte. Con toda
ejemplaridad recibió los santos sacramentos y
demostraba la resignación y fortaleza de un
verdadero cristiano agonizante. Pero yo, mi hija y
todos los de la familia, estábamos aterrados ante
el pensamiento de su pérdida. Llegó a tiempo su
carta invitándome a empezar una novena en honor de
María Auxiliadora, nuestra única esperanza en
aquella terrible situación. El 18 empezamos la
memorable novena y puse al cuello del enfermo la
prodigiosa medalla de María Auxiliadora, que usted
me había regalado a mi paso por Turín. íFue cosa
de maravilla! Aquel mismo día aumentaron tanto las
fuerzas del enfermo, disminuyó tanto el mal, que
los médicos declararon al día siguiente que estaba
fuera de peligro.
Dé gracias conmigo al Señor y a la Santísima
Virgen María. Doy también gracias a usted y a
todos esos buenos muchachos que, fervorosamente
reunidos en la nueva iglesia, imploraron el
auxilio de la que siempre oye las oraciones de los
que con labios devotos e inocentes invocan su
auxilio poderoso.
Hoy (26 de julio) mi Carlos habla, ríe, bromea
y ya ha podido restablecerse con distintas bebidas
y comestibles.
Sea, pues, ahora y siempre y en cualquier
lugar, bendecido, alabado e invocado por todos el
nombre de María Auxiliadora. En breve recibirá
algún dinero para sus pobres muchachos.
Con sincero y permanente agradecimiento me
profeso
Krawska (Austria), 20 de julio de 1868.
Su segura servidora
Baronesa LUISA GUDNAU
Mientras la Baronesa escribía esta carta, don
Bosco se encontraba en los Alpes, en Fenestrelle,
adonde había llegado el sábado 25 de julio. Un
perro, que los médicos creyeron rabioso, había
mordido al párroco de Ruá, junto a Fenestrelle.
Estaba el enfermo tan fuera de sí por el susto,
que a toda costa quería fuera don Bosco a
bendecirlo.
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