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un rico y hermosísimo jardín, donde crecen las
flores más bonitas y olorosas y extienden por
doquier sus preciosas ramas cargadas de suavísimos
frutos.
Me congratulo, pues, con usted porque una gran
parte de esos libritos, cuanto más pequeños de
tamaño más cargados de sanas y útiles enseñanzas,
son hijos del saber y del celo que tanto le
distinguen. Me serviré de ellos para mi
instrucción y para bien de mis diocesanos, a
quienes me gustará distribuirlos.
Con la más sentida gratitud y la mayor
veneración, me profeso
Casale, 16 de julio de 1868.
Su
att. ° y seguro servidor
>> PEDRO MARIA, Obispo
Con la misma fecha llegábale a don Bosco una
carta de la dirección de ferrocarriles.
Turín,
16 de julio de 1868
El que suscribe tiene el honor de acompañar,
para lo que usted crea conveniente, la adjunta
instancia de Juan Cordero, hijo de un obrero de
estos talleres, que desea ser internado en el
Oratorio de San Francisco de Sales, y para tal fin
se ha dirigido al que suscribe en busca de
recomendación.
Con el más distinguido aprecio
El
Director de Explotación
P. ARMILHAU
((**It9.316**)) El
mismo señor recomendaba el 4 de septiembre de
1868, con carta N.° 8656, la aceptación del
jovencito Ellena, hijo de un obrero difunto de la
Compañía de ferrocarriles.
Cada año le llegaban a don Bosco millares de
peticiones de todas partes para la aceptación de
muchachos pobres. A él le hubiera gustado recibir
a todos. Es conocida la frase, repetida a otros
superiores y que nosotros oímos muchas veces:
<>.
Experimentaba siempre verdadera alegría cuando
podía recibir a un nuevo muchacho, y vivo dolor
cuando se veía obligado a dar una negativa.
Recordaba las palabras del Divino Maestro: Qui
susceperit unum parvulum talem in nomine meo, me
suscipit -Non est voluntas ante Patrem vestrum qui
in coelis est, ut pereat unus de pusillis istis
(Quien recibiere a un niño de ésos en mi nombre a
mí me recibe -No es voluntad de vuestro Padre que
está en los cielos, que perezca uno sólo de estos
pequeños). El veía en todo muchacho una alma que
salvar, y no ahorraba las más arduas fatigas para
salvarla.
(**Es9.296**))
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