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((**Es9.286**) su Madre que demuestra siempre que le gusta ser invocada con el dulcísimo nombre de María Auxiliadora? >>Oh María, sed siempre Auxiliadora de los Cristianos, derramad continuamente sobre ellos vuestras bendiciones. Proteged a la Iglesia y haced que salga siempre vencedora de las guerras que contra ella mueven los poderes terrenos e infernales. Proteged a su Augusto Pontífice, el afligido y siempre valeroso Pío IX, y haced que, por muchos años aún, pueda gobernar con mano firme el timón de la nave entre los peligrosos escollos de un mar infiel. Proteged esta ciudad católica, virtuosa, caritativa y haced que en ella aumente cada vez más la fe, la piedad, la generosidad, para ayudar y sostener las innumerables ((**It9.304**)) obras, que la religión y la caridad emprenden aquí valientemente y las terminan felizmente. Proteged a ese venerando sacerdote que, confiado únicamente en la Providencia, os levantó tan admirable monumento y proporciona tantos devotos para Vos y tantos fieles servidores para vuestro Hijo en cuantos niños da asilo en este lugar, para educarlos en la religión y en la piedad. Proteged a estos generosos sacerdotes, que comparten con él sacrificios, trabajos y fatigas para arrancar almas al infierno y conducirlas a vuestro Hijo. Proteged a estos jovencitos para que correspondan siempre a los cuidados de su padre común, de modo que la fortuna de ser acogidos por la caridad sacerdotal sea garantía de la suerte feliz de ser un día recibidos por vos misma en el cielo. Bendecid a esta ciudad del Sacramento y a todos los que vengan a veneraros e invocaros en esta vuestra magnífica casa, para que todos experimenten que no sois venerada, invocada y amada en vano, como Auxilio de los Cristianos y que sois en verdad, María Auxiliadora>>. Por la tarde llegaba a Turín la noticia de que el Papa había publicado aquel mismo día una Bula convocando el Concilio Ecuménico Vaticano, y anunciando que el Concilio se abriría el año próximo 1869, el día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de María Santísima. Para recalcar la necesidad del mismo describía el Pontífice, en su inmortal documento, las tristísimas condiciones de la sociedad, el desprecio de muchos por la autoridad y doctrina de la Iglesia, la profanación de las cosas santas, la dispersión de las órdenes religiosas, el robo de los bienes eclesiásticos, los atropellos causados al clero, la preponderancia de las sectas, la corrupción producida por la prensa malvada, el daño de la educación laica, y declaraba su voluntad de poner remedio a tantos males con este concilio. (**Es9.286**))
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