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su Madre que demuestra siempre que le gusta ser
invocada con el dulcísimo nombre de María
Auxiliadora?
>>Oh María, sed siempre Auxiliadora de los
Cristianos, derramad continuamente sobre ellos
vuestras bendiciones. Proteged a la Iglesia y
haced que salga siempre vencedora de las guerras
que contra ella mueven los poderes terrenos e
infernales. Proteged a su Augusto Pontífice, el
afligido y siempre valeroso Pío IX, y haced que,
por muchos años aún, pueda gobernar con mano firme
el timón de la nave entre los peligrosos escollos
de un mar infiel. Proteged esta ciudad católica,
virtuosa, caritativa y haced que en ella aumente
cada vez más la fe, la piedad, la generosidad,
para ayudar y sostener las innumerables ((**It9.304**)) obras,
que la religión y la caridad emprenden aquí
valientemente y las terminan felizmente. Proteged
a ese venerando sacerdote que, confiado únicamente
en la Providencia, os levantó tan admirable
monumento y proporciona tantos devotos para Vos y
tantos fieles servidores para vuestro Hijo en
cuantos niños da asilo en este lugar, para
educarlos en la religión y en la piedad. Proteged
a estos generosos sacerdotes, que comparten con él
sacrificios, trabajos y fatigas para arrancar
almas al infierno y conducirlas a vuestro Hijo.
Proteged a estos jovencitos para que correspondan
siempre a los cuidados de su padre común, de modo
que la fortuna de ser acogidos por la caridad
sacerdotal sea garantía de la suerte feliz de ser
un día recibidos por vos misma en el cielo.
Bendecid a esta ciudad del Sacramento y a todos
los que vengan a veneraros e invocaros en esta
vuestra magnífica casa, para que todos
experimenten que no sois venerada, invocada y
amada en vano, como Auxilio de los Cristianos y
que sois en verdad, María Auxiliadora>>.
Por la tarde llegaba a Turín la noticia de que
el Papa había publicado aquel mismo día una Bula
convocando el Concilio Ecuménico Vaticano, y
anunciando que el Concilio se abriría el año
próximo 1869, el día 8 de diciembre, fiesta de la
Inmaculada Concepción de María Santísima.
Para recalcar la necesidad del mismo describía
el Pontífice, en su inmortal documento, las
tristísimas condiciones de la sociedad, el
desprecio de muchos por la autoridad y doctrina de
la Iglesia, la profanación de las cosas santas, la
dispersión de las órdenes religiosas, el robo de
los bienes eclesiásticos, los atropellos causados
al clero, la preponderancia de las sectas, la
corrupción producida por la prensa malvada, el
daño de la educación laica, y declaraba su
voluntad de poner remedio a tantos males con este
concilio.
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