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estaba empeñado en creer que don Bosco mismo las
obtenía de Ella. De aquí las cartas incesantes de
los que se encomendaban a él y su reconocimiento
al ver satisfechos sus deseos; de aquí las muchas
señales de aprecio que le tributaban los fieles y
que don Bosco no apetecía, pero las soportaba con
la sencilla dignidad de quien se sabía ministro de
la Reina del Cielo y ejecutor de su querer. En su
humildad, jamás se atribuía a sí mismo el más
mínimo mérito de aquellos portentos, sino que, al
aconsejar, al contestar las cartas y en las
conferencias, decía: <((**It9.290**)) queréis
obtener gracias de la Santísima Virgen, haced una
novena; rezad todos los días tres padrenuestros,
avemarías y glorias a Jesús Sacramentado, tres
salves a María Auxiliadora y las dos jaculatorias:
Alabado sea en todo momento el santísimo y
divinísimo sacramento; María, Auxilium
Christianorum, ora pro nobis y recibid, al menos
una vez, los santos sacramentos>>.
Por lo demás, cuando en casa y fuera de ella,
se veía agasajado y aplaudido; cuando, con
frecuencia, se veía recibido en las poblaciones
con señales de la mayor veneración, puesto que
pedían multitudinariamente que les bendijera;
cuando, en las fiestas de María Auxiliadora de
cada año, era objeto de grandiosas demostraciones;
y cuando, como veremos, en sus viajes por Italia,
Francia y España, tuvo recibimientos imposibles de
describir, después de haber predicado
continuamente la confianza sin límites en María,
no opinaba que tales honras y aplausos fueran
hechos a su persona, sino que decía iban dirigidos
a su condición sacerdotal, a la Iglesia Católica
de la que era hijo, y a la fe y piedad del pueblo.
Con frecuencia repetía:
-íDemos gracias al Señor, porque todavía hay
mucha fe en el pueblo!
Y otras veces:
-íCuánta fe hay en los pueblos y cómo respetan
el carácter sacerdotal!
O bien:
-Si don Bosco no fuera católico, >>quién
pensaría en él? Se le trata así, porque es
sacerdote, no por otra cosa.
Son testimonios de don Juan Bonetti.
<>-Me alegra mucho que se aprecie tanto el
carácter sacerdotal;
por mucho que se diga de su dignidad y del
conjunto de virtudes que deben adornarle, nunca se
dirá bastante>>.
La marquesa María Fassati, dama de la corte,
conocía y admiraba
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