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haya habido el más mínimo desorden: todo se
realizó con la mayor tranquilidad. Es justo, pues,
que se alabe al sacerdote don Bosco y a todos los
que le ayudaron a levantar tan magnífico templo.
La mayor alabanza se debe a María que, en tiempos
tan tristes y malos, quiso darnos a conocer más
clara y sensiblemente su protección y su auxilio.
El día 17 fue también día de alegría hasta el
momento, en que debieron marchar los colegiales de
Mirabello y Lanzo. A las dos de la tarde formaron
filas ante las habitaciones de don Bosco y el
Siervo de Dios apareció en el mirador para
despedirles de palabra y con la mano. Fueron
después acompañados hasta la puerta por la banda
de música y los cordiales saludos de los
compañeros del Oratorio.
Hasta entonces nada había entristecido aquellos
días; pero, una hora después de haber salido los
alumnos de los dos colegios, moría en la casa el
virtuoso sacerdote salesiano don José Bongiovanni.
Resumamos brevemente lo que de él se ha dicho.
Desde que empezó la carrera eclesiástica
siempre se distinguió por su piedad y fiel
observancia de las reglas y por su celo para el
bien de los compañeros. Una vez ordenado
sacerdote, en 1863, no hay que decir con qué ardor
se entregó al ejercicio del sagrado ministerio; no
le favorecía mucho la voz, pero sus pláticas eran
muy agradables por la hermosura de sus temas y la
devoción de su exposición; se le oía con gusto y
conseguía abundantes frutos.
Ayudó a Domingo Savio, con quien sostuvo santa
amistad, a fundar la compañía de la Inmaculada y a
redactar el reglamento, cuando era solamente
clérigo; después fundó, con permiso del Superior,
otra compañía en honor del Santísimo Sacramento,
que tenía por fin promover el culto entre la
juventud y adiestrar ((**It9.288**)) a los
alumnos más distinguidos por su virtud, en el
servicio de las funciones sagradas, con lo que
formó el clero infantil, para aumentar su
solemnidad y esplendor. Siguió cultivando esta
Compañía con más actividad y con los mejores
resultados cuando fue sacerdote. Puede muy bien
decirse que, si la Congregación de San Francisco
de Sales pudo dar a la Iglesia un buen número de
ministros del altar, en gran parte se debe a las
santas atenciones del sacerdote José Bongiovanni
con el clero infantil.
Al acercarse la fecha de la consagración de la
iglesia, levantada en Valdocco en honor a María
Auxiliadora, don José Bongiovanni se industrió con
todo su empeño en la preparación de lo necesario
para tal función y especialmente para preparar el
clero infantil a fin de que cumpliera con
edificación su parte el día de la fiesta y en la
octava siguiente.
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