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((**Es9.270**) A las seis, pontificó en las vísperas solemnes monseñor Galletti, asistido por los presbíteros de la mañana a los que se sumó el teólogo Gaudi, Canciller del Arzobispado. También estaba presente el canónigo Vogliotti, provicario general. Debía haber asistido el canónigo Zappata, vicario general, mas no pudo, impedido por motivos de salud, como se dignó comunicar expresamente por medio de una carta. Monseñor Ghilardi predicó su último sermón. Demostró en él cómo la Iglesia Católica es un verdadero paraíso en la tierra, por la presencia real de Cristo en la sagrada eucaristía, que basta ella solamente para colmarnos de gozo y de delicias. Después, con maravillosa maestría, desarrolló el pensamiento de que, recibiendo la eucaristía, satisface el hombre plenamente los tres deseos que suelen inquietar a los hombres, a saber: riquezas, honores y placeres. ((**It9.285**)) Añadió que nosotros no podemos ofrecer al Eterno Padre ningún don mayor que el corazón de su Divino Hijo. Después de cantar solemnemente el Tedéum, con música del maestro Blanchi, monseñor Galletti impartió la bendición con el Santísimo Sacramento a la inmensa multitud. Durante todo el octavario se celebraron cada día, como ya hemos dicho, prácticas de piedad especiales para impetrar las celestes bendiciones sobre los beneméritos donantes a quienes Dios llamó a mejor vida antes de que fuese abierta al culto divino la nueva iglesia. Consistían éstas en oraciones diversas, como el santo rosario, la comunión general, y la aplicación del sacrificio de la misa. Pero el 17 de junio, a las siete de la mañana, se reunieron los alumnos de las casas de Turín, Lanzo y Mirabello con muchos otros fieles para un funeral a propósito. Se recitaron oraciones especiales y el rosario por los difuntos; monseñor Galletti celebró la santa misa, distribuyó la sagrada comunión a la multitud y finalmente pronunció una plática apropiada. En ella comenzó por señalar el deber de gratitud con quienes nos han hecho algún bien. <>. Desarrolló después las palabras de Judas Macabeo: Sancta ergo et salubris es cogitatio pro defunctis exorare ut a peccatis solvantur (Santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos, para que sean absueltos de sus pecados). (**Es9.270**))
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