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mis muchachos. Me detuve a contemplarlos. Los
conocía a todos y me parecía que no faltaba
ninguno; los veía como tantas veces, sin notar en
ellos nada de particular. Pero, examinándolos más
de cerca, vi algo que me llenó de admiración y de
horror. Bajo la gorra de muchos, salían de la
frente dos cuernos. Unos los tenían largos, otros
cortos; éstos enteros, aquéllos partidos; algunos
sólo conservaban la señal de haberlos tenido
porque estaban perfectamente rotos en la misma
raíz, y ya no apuntaban ni crecían; otros, no
podían impedir que continuasen desarrollándose,
aunque estaban rotos y seguían creciendo cada vez
más gruesos y reproduciéndose siempre. No faltaban
quienes no sólo tenían cuernos sino que, además,
parecía que se sentían orgullosos de tenerlos, y
daban continuas cornadas a los compañeros. Me
llamaron la atención los que tenían un solo cuerno
en mitad de la cabeza, ((**It9.15**)) pero de
grosor extraordinario, y que eran los más
peligrosos. Finalmente vi a unos cuya frente
cándida y serena jamás se había visto afeada por
semejante deformidad...
Os quiero hacer presente que podría indicar a
cada uno de vosotros en particular el estado en
que le vi en el jardín.
Me alejé un poco de los jóvenes, acompañado
solamente por mi guía, y llegué a cierto paraje
elevado, donde vi una extensa región ocupada por
una muchedumbre de gente que guerreaba entre sí:
eran militares.
Durante largo espacio de tiempo combatieron
encarnizadamente sin compasión alguna de nadie.
Era mucha la sangre vertida. Yo veía a los
infelices que caían al suelo degollados.
Entonces pregunté a mi compañero:
->>Por qué estos hombres se matan de esta
manera tan terrible?
-Gran guerra, exclamó mi guía, en el año 1868,
y ésta no terminará sino después de haberse
derramado mucha sangre.
->>La guerra tendrá como escenario nuestro
país? >>Qué gente es ésta? >>Son italianos o
extranjeros?
-Observa a los soldados y por sus uniformes
sabrás a qué nación pertenecen.
Los observé atentamente y comprendí que eran de
distintas naciones. La mayor parte no vestían como
nuestros soldados, pero también había italianos.
-Esto sígnífica, añadió el personaje, que en
esta guerra tomarán parte los italianos.
Nos retiramos de aquel campo de muerte y
caminando por un breve espacio de tiempo llegamos
a otra parte del jardín. En aquel instante oí
gritar a voz en cuello:
-íHuyamos de aquí! íHuyamos de aquí! Huyamos,
de lo contrario moriremos todos.
Y vi una gran multitud que huía y, en medio de
ella, a muchos de complexión sana y robusta que
caían muertos por el suelo.
->>Qué os pasa, por qué huís?, pregunté a uno
de ellos.
-El cólera causa muchas víctimas me respondió;
y si no huímos, moriremos también nosotros.
-Pero >>qué es lo que veo?, dije a mi guía. Por
todas partes reina la muerte.
-íGran epidemia en el 1868! exclamó.
->>Cómo es posible? >>El cólera en invierno?
>>Es posible que mueran del cólera haciendo tanto
frío?
-En Reggio Calabria se cuentan hasta cincuenta
defunciones diarias.
Seguimos más adelante aún, y vimos una inmensa
multitud de gente, pálida, abatida, exánime,
consumida, con las ropas destrozadas.(**Es9.27**))
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