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por los rectores de las iglesias particulares y de
las Obras de Beneficencia, representados por el
teólogo Montá, Rector del Real Manicomio; el
reverendo Bono, Rector de la iglesia de la
Santísima Trinidad; el teólogo Roberto Murialdo;
el teólogo Leonardo Murialdo, Rector del Colegio
de los Artesanitos; el teólogo Bertoglio, Rector
de la capilla real de la Sábana Santa; el teólogo
Gaudi, Canciller de la Curia Arzobispal.
Hacia el mediodía la señora María Casati, de
Milán, hacía una ofrenda y presentaba el siguiente
relato:
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A las tres de la tarde se representó una
comedia latina. Le gustaba a don Bosco que se
tuvieran de vez en cuando estas funciones
teatrales para ejercitar a los alumnos en la
vocalización, y la lectura e inteligencia de este
antiguo y majestuoso lenguaje, la lengua de Roma y
de la Iglesia. Con ello demostraba que la ((**It9.283**))
religión no es, ni mucho menos, enemiga de la
ciencia y de las letras. Los invitados eran
nobles, respetables y doctos. Estaban, además de
los Prelados, muchos otros personajes de la ciudad
y forasteros, lo cual aumentó el entusiasmo de los
actores y el deseo de representar bien su papel.
La comedia elegida para aquel día se titulaba:
Fasmatónices, palabra griega que quiere decir:
Vencedor de los fantasmas y de los espectros. Es
una de las muchas obras del célebre monseñor
Rossini, obispo de Pozzuoli, famoso por sus
producciones teatrales latinas. Está escrita en
verso con metro y locución plautinas, lo que
produce una amena novedad en el oyente. El
argumento es éste:
Un padre tiene que ir a Atenas para sus
negocios y deja a un amigo
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