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de San Agustín; el teólogo Bruno, párroco de los
Santos Mártires; el padre Carpignano, párroco y
superior de San Felipe, y el teólogo Trucchi,
párroco de la Anunciación.
Fue también un día memorable, dados los muchos
sucesos particulares que vamos a exponer
brevemente. Entre otros, está el de un mendigo.
Vino a la iglesia, recibió los santos sacramentos
y asistió a las funciones sagradas; pero se le
veía muy angustiado por no hallarse en condiciones
de entregar un donativo para la nueva iglesia.
Inspiróle el Señor un medio y lo aceptó. Salió de
la iglesia, fue de puerta en puerta pidiendo y
logró reunir diez céntimos. Volvió a la iglesia,
rezó y después, muy conmovido, entró en la
sacristía, diciendo:
-He juntado estos diez céntimos que constituyen
todo mi haber. Los entrego para la iglesia. No
puedo hacer más, pero vuelvo de nuevo a ella para
pedir a Dios que inspire a otros para que hagan
donativos mayores.
Pocos momentos después llegó una señora con un
corazón de plata.
-He prometido, dijo, un corazón de plata a
María Auxiliadora, si obtenía la gracia y la he
conseguido plenamente.
->>Y qué gracia ha sido?
-Me caí hace poco en una calle de la ciudad, me
pasó un coche por encima y me destrozó las
piernas. Los médicos me atendieron mucho; pero, al
cabo de unas semanas, unánimemente me dijeron que,
dada mi edad de setenta y seis años, no podían
asegurarme la curación. <<>>No hay ningún
remedio?>>, pregunté al doctor. <>, respondió.
Entonces me encomendé con fe a María Auxiliadora;
hice una ((**It9.269**)) novena
y en poco tiempo quedé perfectamente curada: la
Virgen ha obrado un verdadero milagro. Ahora
camino libremente y, agradecida, cumplo mi
obligación. Quien desee saber mi nombre que lo lea
detrás del corazón que ofrezco: Ana Caniparo, de
setenta y seis años.
Telegrafiaba al mediodía a don Bosco monseñor
Pedro Rota, que debía llegar para tomar parte en
las funciones sagradas:
<>.
Ante esta noticia se hicieron públicas
plegarias en la nueva iglesia y la Santísima
Virgen las oyó. Gavazzi intentó predicar, pero no
pudo. Desafió al Obispo y a otros para una
discusión, que aceptaron. Pero él, temiendo
fracasar públicamente, buscó pretextos para
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