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Sin decir una palabra más, los parientes de la
enferma entraron en la iglesia y, después de
algunas oraciones, salieron; la afortunada joven,
llena de alegría, subió por sí misma al cochecito
y partió con sus parientes.
En aquel instante aumentó la confusión: por
todas partes se pedía a don Bosco una bendición
especial, mientras otros le querían contar lo que
les había sucedido y hacer donativos por gracias
recibidas.
Por esta razón no se pudo tomar nota de muchos
hechos y ni siquiera apuntar el nombre de las
personas a quienes se referían.
A las cuatro de la tarde se celebró una
academia músico-literaria en honor de María
Auxiliadora. Asistían muchísimos invitados.
Abrióse el acto con una marcha triunfal, compuesta
por el maestro De-Vecchi, con la letra de un himno
titulado: Recuerdo de la victoria de Lepanto, que
cantaron con entusiasmo los alumnos de los
colegios de Mirabello y Lanzo. Después del himno,
se leyeron y declamaron unas composiciones de
ocasión, que se conservan en los archivos, dignas
de ser impresas, y nos duele no poderlas
reproducir para no resultar demasiado prolijos.
Nos limitamos a presentar a los lectores la
canción recitada por el sacerdote José Elice de
Loano, famoso improvisador.
A MARIA AUXILIADORA
I
A Ti, Reina del Cielo, que del pueblo
cristiano eres potente
Auxiliadora, y fundamento firme
de la Iglesia de Dios, este preclaro
monumento por su arte y su estructura,
a Ti va a dedicarse:
y hoy, que al culto divino y los
Misterios
((**It9.262**)) de la
Fe se inaugura, entre devotos
himnos sagrados, cánticos y ofrendas
sinceras y piadosas,
en un rito solemne y majestuoso
que, oficiado por el Pastor y Padre,
es más augusto y santo,
íoh, cuán dulce resuena
tu Nombre, y con guirnaldas
de alabanzas se ciñe y se corona!
II
Con alma agradecida se te rinde
obligado tributo:
(**Es9.249**))
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