((**Es9.245**)
A las cinco de la tarde volvían los alumnos al
Oratorio de un hermoso paseo. Don Bosco había
determinado que durante aquellos días salieran a
pasear, si no había una razón especial que los
retuviera en casa, para darles una distracción y
apartarles de aquella confusión de gente que iba y
venía, y para informarse de ellos reuniéndoles
bajo la mirada de los asistentes. Unos subían a
las colinas, otros iban a visitar la ciudad y el
magnífico cementerio, éstos por los paseos fuera
de las murallas, aquéllos a recorrer ((**It9.256**)) las
orillas del Po. Los mayores del colegio de Lanzo
pidieron y consiguieron permiso para recorrer en
barca el río.
Don Bosco había dispuesto también que, durante
los días siguientes, se les alegrara el tiempo no
ocupado por las sagradas funciones, con
entretenimientos académicos, gimnásticos,
musicales y teatrales.
A las seis de la tarde pontificó monseñor
Ghilardi las vísperas, cantadas con música.
Después de las mismas subió al púlpito el Obispo
de Casale y pronunció su segundo discurso sobre la
necesidad de la enseñanza católica en las
escuelas. Demostró cómo tal enseñanza debe tener
por base la dependencia del infalible magisterio
de la Iglesia; y también esta vez acabó dirigiendo
una conmovedora plegaria a María Santísima:
<>Sí, Virgen María, implorad las más ricas
bendiciones para el reverendo fundador de la Pía
Sociedad del Oratorio de San Francisco de Sales,
que ha trabajado incansablemente en la
construcción de este solemne monumento de
religión, para aumentar el honor y dar mayor vida
a su instituto, todo él dirigido a la cristiana
instrucción y santa educación de la juventud
católica.
>>Haced, oh gloriosa Madre de la Sabiduría, que
su ejemplo sea lección saludable y poderoso
estímulo para todos los maestros y educadores
públicos y privados a fin de que, abandonadas las
falsas máximas del siglo, ofrezcan una instrucción
y una educación informada en la verdad y en el
espíritu de nuestra sacrosanta religión.
>>Oh Reina Celestial amadísima Auxiliadora
nuestra, sed generosa, socorriendo a maestros y
discípulos, para que, ellos impartiendo y éstos
recibiendo una instrucción y educación
verdaderamente católica, formen juntos en la
tierra el templo vivo del Espíritu Santo. Oh
Inmaculada Madre de Dios y Madre nuestra,
protegednos a todos, para que, adhiriéndonos
constantemente a las máximas aprendidas
(**Es9.245**))
<Anterior: 9. 244><Siguiente: 9. 246>