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((**Es9.244**) Al mediodía ocurrió un hecho digno de contarse. Llegó en una carroza un hombre de aspecto señorial que pidio confesarse; después, muy conmovido y con recogimiento ejemplar, se acercó a la sagrada comunión. Terminada la oportuna acción de gracias, fue a la sacristía y entregó una limosna diciendo: -Rogad por mí y pregonad por todo el mundo las maravillas del Señor por la intercesión de la Santísima Virgen. ->>Puede saberse quién es usted y por qué ha venido hasta aquí? dijo don Bosco, que le escuchaba. -Yo, respondió, vengo de Faenza; tenía un hijo único, objeto de mis ilusiones. Cayó enfermo a los cuatro años de edad, no había ninguna esperanza de curación y lloraba por él sin consuelo, como si estuviera muerto. Un amigo, para consolarme, me sugirió que hiciera una novena a María Auxiliadora de los Cristianos, con la promesa de entregar un donativo para esta iglesia. Lo prometí y añadí que vendría personalmente a cumplir mi promesa y recibir aquí los santos sacramentos, si conseguía la gracia. Dios me escuchó. A mitad de la novena mi hijo estaba fuera de peligro y ahora goza de óptima salud. El ((**It9.255**)) no será ya mío, sino que siempre le llamaré hijo de María. He viajado dos días: ahora que ya he cumplido mi obligación, me vuelvo satisfecho y siempre bendeciré a la madre misericordiosa María Auxiliadora. En aquel mismo momento llegó una señora con su hija, de unos trece años. -Aquí estoy, comenzó a decir; he venido para cumplir mi obligación. ->>Quién es usted?, preguntóle don Bosco. -Soy Teresa Gambone, madre de esta niña que se llama Rosa. ->>De dónde viene? -Venimos de Loggia de Carignano. ->>Por qué han venido aquí y por qué está tan alegre su hija? ->>Es que ya no se acuerda? Hace poco tiempo la trajimos aquí, casi totalmente ciega. Padecía una enfermedad en los ojos hacía cuatro años. Los médicos la daban por ciega y ella apenas si distinguía la luz de las tinieblas. Usted la bendijo, recitó las oraciones que usted sugirió en honor de María durante el tiempo establecido, esto es, desde Pascua hasta la Ascensión del Señor. Aquel día mi Rosa quedó perfectamente curada. Ahora hemos venido a dar gracias y entregar una pequeña limosna. Somos pobres jornaleros del campo y no podemos hacer más; pero conservaremos siempre el recuerdo de esta gracia tan grande. (**Es9.244**))
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