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otro y la Iglesia Católica, donde está la
presencia real del hombre Dios, es la perfección
del templo antiguo. Acompañó estas consideraciones
con piadosos y elocuentes afectos que enternecían
al atentísimo auditorio.
La música estuvo en consonancia con la gran
solemnidad. El sacerdote Cagliero, crecido y
educado en el instituto de don Bosco, había
compuesto un oratorio musical sobre la antífona
Sancta Maria, succurre miseris, imitando el Tu es
Petrus del Centenario. La estupenda composición
fue interpretada maravillosamente por trescientas
voces, que entonaban en la nueva iglesia el primer
himno a María.
El ilustre Maestro, que lo es por méritos, si
no por título, ha sentido el primero, y lo ha
hecho experimentar a todos, el significado de un
pueblo que suplica en estos momentos a la gran
Madre de Dios que socorra a los míseros y ayude a
los pusilánimes, enardezca a los débiles e
interceda por el clero, los religiosos, los
monasterios, las ciudades, por Italia y por todos.
Hermosísimo fue también el Tantum Ergo cantado
por dos coros; uno de ellos parecía el coro de los
ángeles, que, a manera de estribillo, añadía
siempre el Veneremur a cada verso del Tantum Ergo
y después el Jubilatio a cada verso del Genitori.
En fin, el martes fue una grande y hermosa jornada
para Turín y esperamos sea el principio de los
nuevos y singulares favores que la Santísima
Virgen prestará a la Iglesia y al Estado en la
afligida Italia.
((**It9.251**)) >>Y qué
más hizo don Bosco aquel día? Todo para todos, en
los intervalos en que se vio libre de
imprescindibles obligaciones, estuvo continuamente
rodeado por los muchos forasteros que querían
hablarle. Antes de vísperas permaneció en la
escalinata que da a la puerta próxima a la
sacristía para pasar a la capilla de san Pedro. Un
gran gentío de devotos le rodeó durante largo
tiempo. Había enfermos que pedían curación,
devotos que querían besar su mano, curiosos que
admiraban el espectáculo de un hombre admirado por
todo el mundo. Y don Bosco bendecía a todos. Uno
de los presentes dijo que había venido para
obtener el alivio de un gran dolor de muelas. Don
Bosco le sugirió que rezase una Avemaría y quedó
curado al momento. Otro, ciego desde hacía años,
recobró instantáneamente la vista. Era un
estremecimiento de conmoción y de alegría
universal; era una poderosa manifestación de la
Virgen.
Veremos cómo fue creciendo el entusiasmo
religioso durante los días siguientes.
(**Es9.241**))
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