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((**Es9.238**) de aquella iglesia colosal, fruto de su extraordinario y constante valor. Pero él, sin la menor señal de complacencia ante tantos elogios, respondió con su acostumbrada sencillez y humildad: -No soy yo el autor de esas grandes cosas que decís, es el Señor, es María Santísima; ellos se han dignado servirse de un ((**It9.247**)) pobre sacerdote para llevar a cabo esas obras. Mío, no hay nada. Aedificavit sibi domum Maria (María se edificó su casa). Cada piedra, cada adorno manifiesta una gracia suya. Estas palabras las oía José Reano, que estaba presente al final de la comida, durante la cual, junto con varios compañeros, había ejecutado una pieza de música. A las cinco y media empezaron solemnemente las vísperas pontificales del Arzobispo. Al final de las mismas era tal la concurrencia de fieles que los que estaban en la iglesia no podían moverse y con los esfuerzos que hacían, unos para entrar y otros para salir, se producía cierto murmullo en las puertas. Hasta que las primeras notas del Sancta Maria impusieron silencio y reclamaron la atención de todos. Eran tres coros. Uno ante el altar de San José, formado por ciento cincuenta tenores y bajos, que representaba la Iglesia militante; otro, en la cúpula, con doscientos sopranos y contraltos, que figuraba los ángeles, o sea la Iglesia triunfante; y el tercero, de otros cien tenores y bajos en el coro, simbolizaba la Iglesia purgante. Una de las grandes dificultades era la de regular el tiempo musical a tanta distancia, ya que muchos no podían ver al maestro director que debía marcarlo con la batuta y guiar a todos los cantores. Mas esta dificultad se superó felizmente con un aparato eléctrico. Un largo cable, conectado a los polos de una pila, se unía a unas campanillas eléctricas colocadas en el centro de cada coro y cerrando el circuito terminaba con sus extremos en una especie de manipulador o tecla construido al efecto. El director de la música, que sostenía el manipulador con la izquierda, podía con la derecha actuar con la batuta como si nada tuviera en las manos mientras las campanillas, todas a la vez, marcaban una sola señal de acuerdo con la batuta del director. De este modo quedaban los coros unidos y regulados con toda precisión, lo mismo que si estuvieran agrupados en un solo coro y dirigidos por un solo maestro. <((**It9.248**)) pueblos para oír, lo mismo que los que tomaron parte activa, quedaron plenamente satisfechos. (**Es9.238**))
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