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portas... (El Señor fuerte y poderoso, el Señor
poderoso en la batalla.
Abrid las puertas...)
Y la puerta se abrió de par en par, para volver
a cerrarse, apenas entró el clero. Nadie podía
penetrar todavía en el santuario.
Una gran cruz en forma de equis, X, hecha con
ceniza, se extendía por todo el pavimento. El
Arzobispo comenzó a escribir con la punta del
báculo sobre uno de los palos de la misma el
alfabeto griego y sobre el otro el alfabeto
latino. Después, por una escalerilla movible,
subió sucesivamente a ungir las doce crucecitas
distribuidas alrededor sobre las paredes del
edificio y se encendió una vela delante de cada
una de ellas. Terminada la consagración del
templo, Monseñor cumplió el rito sagrado de la
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consagración de los altares, cerrando en sus
sepulcros las reliquias de los mártires,
trasladadas desde la iglesia pequeña. A las diez y
media terminaba la ceremonia y se abrían las
puertas de par en par al público.
Su Excelencia celebraba la primera misa en la
nueva iglesia e, inmediatamente después, el Siervo
de Dios, que había asistido también con alegría
inefable a todo el sacro rito, subía también al
altar mayor para celebrar el Santo Sacrificio a
los pies de María Auxiliadora. Tuvieron la
satisfacción de ayudar la misa don Juan Bautista
Francesia y don Juan Bautista Lemoyne.
Don Bosco volvió a la sacristía, dio gracias
durante mucho tiempo y luego se entretuvo un
ratito con una señora que ya conocía, que había
ido a Turín para la fiesta, y le había sido
presentada por su hijo salesiano. Díjole al
sacerdote:
-íNo serás el único salesiano de tu familia!
Era una singular predicción: había todavía en
la familia cuatro hermanos, con inclinación a
cualquier cosa menos a la vida religiosa, y una
hermana todavía pequeña. Y he aquí que, catorce
años después, en 1882, de modo inexplicable,
entraba la hermana en las Hijas de María
Auxiliadora, y veinticinco años más tarde de la
profecía, uno de los hermanos se hacía también
salesiano por circunstancias no previsibles. De
este último había dicho claramente don Bosco a
nuestro hermano, en 1886, indicando nominalmente
la futura conquista:
-Quiero robarlo para mí.
Cuando el Venerable salió de la sacristía subió
al comedor preparado en la biblioteca, donde le
esperaban varios obispos y muchos otros ilustres
invitados.
Antes de levantar los manteles, hubo varios
oradores que ensalzaron las grandes obras
realizadas por don Bosco y la construcción
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