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entusiastas de íVivan los de Lanzo, Vivan los de
Turín!; y los recién llegados, precedidos por la
banda, se dirigieron ordenadamente hasta los
pórticos.
Aquello fue un interminable agitar de gorras y
gritar í Viva don Bosco! cuando el Siervo de Dios
salió de su habitación y les dio la bienvenida
desde el balcón.
Después de comer se acompañó a los recién
llegados a visitar los monumentos de la ciudad.
El día 7, festividad de la Santísima Trinidad,
a la hora acostumbrada,
apretados en la pequeña iglesia de San Francisco
de Sales, los alumnos de Turín y Lanzo oyeron la
santa misa y comulgaron muchísimos.
Para desayunar recibieron todos abundante
condumio, que don Bosco quiso se diera por igual
todas las mañanas del sacro octavario. A las diez
hubo ensayo general de la antífona Sancta María,
succurre miseris de Cagliero. A las cinco y media
de la tarde, se cantaron vísperas en la misma
iglesia, hubo sermón y bendición con el Santísimo.
La Unidad Católica decía aquel día:
Queremos dedicar toda la crónica de hoy a una
gran solemnidad religiosa, que comenzará el
próximo martes. Todos entienden que queremos
hablar de la solemne consagración de la nueva
iglesia de don Bosco, dedicada a María
Auxiliadora.
En estos tiempos de incredulidad y
escepticismo, resulta fácil ver dibujarse en los
labios de algunos una sonrisa de indiferencia, al
oír hablar de consagraciones de iglesias. Sin
embargo, hace ya cuarenta siglos que los
incrédulos ríen et periit memoria eorum cum sonitu
(y desapareció su recuerdo con el sonido); pero
las iglesias consagradas siguen en pie después de
cuarenta siglos y el pueblo fiel celebra en ellas
sin interrupción y con alegría los misterios de
Dios. En realidad el rito de consagrar las
iglesias es antiquísimo y está lleno de graves
misterios, cuyo origen se remonta a la misma
erección de los templos, puesto que Jacob, al
levantar un altar, también lo consagró. Moisés, al
erigir un tabernáculo, por expreso mandato de
Dios, quiso también consagrarlo, y Salomón, que
recibió de las mismas manos de Dios el plano para
la construcción del famoso templo ((**It9.242**)) de
Jerusalén, obtuvo tambíén el oráculo de celebrar
la consagración: Dedicavit domum Dei rex, et
universus populus (el rey dedicó la casa de Dios,
y con él todo el pueblo), y en el tiempo de tal
dedicación sacrificó veintidós mil bueyes y
veintiséis mil carneros. También sabemos que Judas
Macabeo, habiendo purificado el templo de
Jerusalén de sus profanaciones e inmundicias y
construido un nuevo altar de piedra, celebró las
<> 1 y ordenó que se celebraran cada
año.
La Iglesia Católica conservó celosamente esta
misteriosa tradición y opina que el Niño Jesús
consagró el establo donde nació y que con la
ofrenda de los Reyes Magos
1 Encenias: Así se llamaron las fiestas de la
Dedicación del Templo de Jerusalén. (N. del T.)
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