((**Es9.229**)
para Turín y las otras diócesis, al menos por
ahora, del antiguo Piamonte, en general soy de
parecer totalmente contrario y, respetando el de
mis colegas que consintieren, yo no consentiré
jamás.
No entro en las condiciones especiales de tal
educación, aun cuando estos jóvenes, para
prepararse al sacerdocio, pudieran ser educados en
las más sinceras y hermosas virtudes sacerdotales,
y aun cuando también pudieran progresar
debidamente en los estudios; sino que yo miro a la
obligación que tiene el Obispo, conforme a las
sapientísimas prescripciones del Concilio
Tridentino, de atender por sí mismo y por medio de
personas por él elegidas, y que puede cambiar en
toda ocasión, a la educación de su clero; e
informarse debidamente en todo momento y proveer
con perfecto conocimiento de causa para aceptar o
desechar a los candidatos, para diferir o no las
órdenes sagradas y para emitir, según los cánones
y las circunstancias, las necesarias
disposiciones.
Una dolorosa experiencia demuestra
constantemente que los sacerdotes no educados por
el propio obispo obedecen a otra autoridad que no
es la suya y se burlan de mil formas de la debida
sumisión, o, si no se oponen abiertamente, lo
hacen a escondidas.
No hablo de patrimonios eclesiásticos, no hablo
de la continua limitación, consignada en las
Reglas propuestas, de obedecer al Obispo, prout
Regulae Societatis patientur (en cuanto las Reglas
de la Sociedad lo consienten); no hablo de los
exámenes, de la dirección, de la ingerencia de que
debería despojarse todo Obispo para ponerse en
manos de otros; no hablo de otras innumerables
consecuencias, poco satisfactorias para un Obispo
deseoso de cumplir su deber y de ejercer su
dignidad, consecuencias que resultarían de la
aplicación de las Reglas y que ya habrán sido
advertidas por otros; me basta haber indicado esto
sumaria y rápidamente para concluir que, alabando
en todo lo demás la caridad ejercida por el
laborioso sacerdote don Bosco al dar asilo a
tantos y tantos infelices, no pude suscribir el
deseo de poner también en sus manos la educación
del clero joven.
Es verdad que cada día resultan más graves
nuestras condiciones, pero pondremos en ello
nuestro posible esfuerzo y la gracia del Señor nos
ayudará. Iremos a vivir, si es preciso, en los
seminarios con nuestros seminaristas;
convertiremos en seminario nuestro palacios
episcopales, pero no nos desprenderemos jamás de
este derecho paterno de educar a nuestro clero
joven, derecho y deber concedido y sabia y
repetidamente prescrito ((**It9.237**)) por los
Pontífices, por los Concilios, por sus decretos y
cánones, compendiados en sublimes y vivas palabras
por el Concilio Tridentino.
Ya sea que directa o indirectamente se pretenda
quitar o menguar al Episcopado esta su
importantísima obligación, cree se debe resistir
siempre quien tiene el honor de profesarse con el
más profundo respeto y con toda veneración.
De V. Eminencia Rvma.
Humilde y seguro
servidor
>> LORENZO, Obispo de
Pinerolo
Evidentemente el Obispo de Pinerolo no había
comprendido nuestras Reglas: puesto que, cuando
éstas hablaban de la educación del clero joven,
querían significar que también era objeto de la
Pía
(**Es9.229**))
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