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Todo lo espero de sus oraciones, sometiéndome
siempre a la voluntad de Dios.
Por mi parte ofrezco a la nueva iglesia y pongo
a los pies de la Virgen la cantidad de cinco mil
liras (5.000) que entregaré a V. S. M. R. en cinco
plazos anuales, el primero de los cuales dentro
del corriente año, y los otros en años sucesivos.
Dígnese, entre tanto, aceptar los sentimientos
de mi profunda estima y veneración, y permítame
besar respetuosamente su mano, profesándome,
De V.S.M.R.
Muy atto.
y seguro servidor
FEDERICO CALLORI
((**It9.229**)) Las
maravillas de la Virgen al proveer de cuanto se
necesitaba para el culto divino, se mostraron
hasta en lo que era necesario para la honesta
manutención de aquellos días.
Había muchos personajes, procedentes unos de
lejanos pueblos, ocupados otros en el servicio
religioso, como por ejemplo los Obispos y los que
les asistían, que no podían alejarse del Oratorio
sin grandes molestias; y la pobre condición de don
Bosco le incapacitaba para proveer de lo necesario
para atender a tantos ilustres invitados; mas he
aquí que un acomodado señor puso a su disposición
cubiertos, vajilla, cristalería y todo lo
necesario para el servicio de la mesa.
Además de esto, había que preparar comida
abundante para todos; para el personal del
Oratorio y el de los dos colegios de Mirabello y
Lanzo; para los párrocos y demás sacerdotes que
acudieron en buen número desde sus pueblos; para
los músicos de fuera: más de quinientas personas.
Al mismo tiempo convenía tratar convenientemente a
los mil doscientos alumnos asistentes a las
fiestas.
>>Cómo proveer de todo? Los bienhechores
enviaron vino en barriles y cajas de botellas del
más exquisito, desde pueblos diversos y lejanos,
famosos por sus viñedos. Otros enviaron gran
cantidad de mortadela de Bolonia y embutidos de
Parma. De Lombardía llegó toda clase de queso y
salchichón, frutos tempranos y elaborados, pollos,
huevos, carne, café, chocolate, azúcar, galletas y
pan de varias clases, que fueron la providencia
cotidiana de ocho días. En un solo día llegaron de
Milán, de Génova y de Turín tres bonitas y grandes
hogazas, Un confitero de la ciudad quiso
suministrar gratuitamente durante el octavario
caramelos y dulces de toda clase. A medida que
iban llegando los regalos se colocaban
ordenadamente en almacenes destinados a ello. Los
testigos de tantas provisiones no podían entender
lo que pasaba, porque no se había pedido nada. En
efecto, muchos donantes eran desconocidos del todo
y no habían tenido nunca relación alguna con el
Oratorio.
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