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((**Es9.212**) -No tengo más que una habitación baja y estrecha, que me han dejado ((**It9.216**)) por caridad. Mi ropero es una sencilla cuerda de una a otra pared, en la que cuelgo mi ropa y todo mi ajuar. ->>Cómo queréis, pues, sin un nombre, sin ciencia, sin bienes y sin asiento, acometer una empresa tan gigantesca? -Es verdad; precisamente la falta de medios y de méritos me preocupa. Pero Dios me da ánimos. Dios que suscita de las piedras hijos de Abrahán, es el mismo Dios que... Este pobre joven, señores, es Felipe Neri, que está meditando la reforma de las costumbres de Roma. Es él quien mira aquella ciudad; pero íay! cómo la ve. La ve esclava de los extranjeros desde hace tantos años; la ve horriblemente atormentada por pestes y miseria; la ve después de haber estado por tres meses asediada, combatida, vencida, saqueada y, puede decirse, destruida. Esta ciudad debe ser el campo donde el joven Felipe recoja copiosos frutos. Veamos cómo se dispone a la obra. Sin más ayuda que la de la divina Providencia, reanuda el curso de sus estudios: estudia filosofía, teología y, siguiendo el consejo de su director, se consagra a Dios en el estado sacerdotal. Con la sagrada ordenación se redobla su celo por la gloria de Dios. Una vez ordenado sacerdote se persuade con san Ambrosio de que: con el celo se adquiere la fe, y con el celo es conducido el hombre a la posesión de la justicia. Zelo fides acquiritur, zelo justitia possidetur (san Ambrosio, salmo 118). Felipe está persuadido de que ningún sacrificio es tan grato a Dios como el celo por la salvación de las almas. Nullum Deo gratius sacrificium offerri potest quam zelus animarum (Greg. M. in Ez.) Movido por estos pensamientos, parecíale que multitud de cristianos, especialmente de muchachos pobres gritaban continuamente con el profeta en contra suya: Parvulí petierunt panem et non erat qui frangeret eis (Los niños pidieron pan, y no había quien se lo partiese). Mas, cuando pudo entrar en las oficinas públicas, en los hospitales y en las cárceles, y ver gente de toda edad y condición dada a reyertas, blasfemias, robos y esclava del pecado, entonces comenzó a reflexionar cómo muchos ultrajaban a Dios casi sin conocerlo, no observaban la ley divina porque la ignoraban; entonces vinieron a su mente los suspiros de Oseas cuando dice: (IV-1-2) Porque el pueblo desconoce las cosas de la eterna salvación, han inundado la tierra los más grandes, los más abominables delitos. Pero, ícómo se afligió su inocente corazón, cuando advirtió que gran parte de aquellas pobres almas andaban perdidas miserablemente porque no estaban instruidas en las verdades de la fe! Este pueblo, exclamaba con Isaías, no ha conocido las cosas de la salvación, por ello el infierno ha dilatado su seno, ha abierto sus descomunales abismos y allí caerán los campeones, el pueblo, los grandes y los poderosos: Populus meus quia non habuit scientiam, propterea... infernus aperuit os suum, absque ullo termino ((**It9.217**)) et descendent fortes ejus, et populis ejus, et sublimes, gloriosique ejus ad eum (Is. V, 13-14) (Por eso fue deportado mi pueblo sin sentirlo..., por eso el infierno dilató su boca sin medida, y a él baja su nobleza y su plebe). A la vista de aquellos males, siempre crecientes, Felipe, a ejemplo del Divino Redentor que, cuando comenzó su predicación, no poseía en el mundo más que el gran fuego de la divina caridad que le impulsó a bajar del cielo a la tierra; a ejemplo de los apóstoles, que estaban faltos de todo medio humano cuando fueron invitados a predicar el evangelio a las naciones de la tierra, engolfadas todas en la idolatría, en todos los vicios o, según la frase de la Biblia, sepultadas en tinieblas de muerte, Felipe se hace todo para todos por calles, plazas y oficinas públicas; se insinúa en los (**Es9.212**))
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