((**Es9.211**)
las verdades que proclamaban en alta voz. Así,
todo un ejército, movido por el deseo de salvar
almas, parte a países lejanos, mientras otros
añaden entre nosotros esplendor y brillo a la
Iglesia de Jesucristo con el estudio, la
predicación, el recogimiento y la práctica de
otras virtudes. Hay además algunos, hechos según
el corazón de Dios, los cuales reúnen tal complejo
de virtudes, de ciencia, de valor y de heroicos
trabajos, que hacen bien patente cuán maravilloso
es Dios en sus santos.
Mirabilis Deus in sanctis suis. Todas las épocas
de la Iglesia son enaltecidas por alguno de estos
héroes de la Fe. El siglo decimosexto tiene, entre
otros, a un san Felipe Neri, cuyas virtudes son el
objeto de esta respetable asamblea y de este
nuestro discursito.
Pero >>qué puede decirse en un discursito sobre
un santo, cuyos hechos resumidos forman gruesos
volúmenes? >>Hechos que bastan por sí mismos para
presentar un perfecto modelo de virtud al sencillo
((**It9.215**))
cristiano, al miembro fervoroso del claustro, al
más laborioso eclesiástico? Por estas razones, no
pretendo exponeros ampliamente todas las acciones
y todas las virtudes de Felipe, puesto que
vosotros, mejor que yo, las habéis leído, meditado
e imitado; me limitaré solamente a daros una breve
noticia de lo que forma como el eje en cuyo
derredor se perfeccionaron, por así decir, todas
las demás virtudes; esto es, el celo por la
salvación de las almas.
Este es el celo recomendado por el Divino
Salvador cuando dijo: He venido a traer fuego a la
tierra y >>qué más deseo sino que se encienda?
Ignem veni mittere in terram et quid volo nisi ut
accendatur? Celo que haría exclamar al apóstol
Pablo que deseaba ser anatema de Jesucristo por
sus hermanos: Optabam me esse anatema pro
fratribus meis.
Pero íen qué crítica situación me he metido,
señores! Yo, que apenas si puedo ser vuestro
alumno, >>dármelas ahora de maestro? Es verdad, y
precisamente para que no se me tache de temerario,
pido previamente benévola compasión, por si en mi
poquedad no puedo corresponder a vuestras
esperanzas. Por lo demás, todo lo espero de la
gracia del Señor y de la protección de nuestro
Santo.
Para abrirme camino al tema propuesto oíd un
curioso episodio. Se trata de un joven de apenas
veinte años. Movido por el deseo de la gloria de
Dios, abandona a sus padres, de los que era hijo
único; renuncia a la notable fortuna del padre y
de un tío rico, que le quiere por heredero; y
solo, sin saberlo nadie, sin ningún miedo, apoyado
únicamente en la divina Providencia, deja
Florencia y va a Roma. Miradlo ahora: es recibido
caritativamente por un paisano suyo (Galeoto
Caccia); él se detiene en un ángulo del zaguán de
la casa; está con la mirada puesta en la ciudad,
absorto en graves pensamientos.
Acerquémonos a él y preguntémosle:
-Joven, >>quién sois vos y qué miráis con tanta
ansiedad?
-Soy un pobre joven forastero; miro y vuelvo a
mirar esta gran ciudad y un pensamiento llena mi
mente; pero temo sea locura y temeridad.
->>Cuál es?
-Consagrarme al bien de tantas pobres almas, de
tantos pobres niños que, faltos de instrucción
religiosa, van por el camino de la perdición.
->>Tenéis cultura?
-Apenas si he pasado la escuela primaria.
->>Contáis con medios materiales?
-Nada, no tengo ni un pedazo de pan, fuera del
que caritativamente me da cada día mi patrón.
->>Tenéis iglesias, tenéis casas?
(**Es9.211**))
<Anterior: 9. 210><Siguiente: 9. 212>