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si, como un san Francisco de Sales, satisfecho de
exponer con sencillez vuestras razones, os
hubierais guardado de enviar a las cinco partes
del mundo ciertos escritos en los cuales se
encuentran expresiones que, mientras dan mayor
pábulo a los enemigos de la Iglesia, no os hacen
conseguir, en modo alguno, el fin que os habíais
propuesto. Porque >>queréis justificaros ante los
buenos o ante los malos?
De cara a los buenos, creedlo, os será
imposible, porque éstos, en la cuestión debatida,
siempre creerán más al Papa que no a un Cardenal.
Algunos de ellos saben también que grandes
testigos en el pasado pudieron equivocarse y creen
posible todavía que otros, aunque de noble
ingenio, como el vuestro, puedan al presente andar
equivocados; tanto más que en vuestros escritos se
encuentran algunas palabras poco respetuosas para
el gran Personaje a quien van dirigidas.
Si, en cambio, quisierais justificaros ante los
malos, no lo creo, puesto que yo no puedo suponer
que V. Eminencia pueda temer los juicios de éstos.
>>Qué os pueden importar sus juicios? Vos habríais
podido repetir: Quid mihi de iis qui foris sunt?
(>>qué me importan los que están fuera?). Nada
conseguiríais, además, para vuestro fin. Estos,
con su indiferencia, se burlan del Papa y del
Cardenal, pisotean las protestas del uno ((**It9.193**)) y de
los otros y no sacan ningún bien de sus escritos.
En cambio Vos produjisteis un gran mal. Vos
ayudasteis a los enemigos de la Iglesia; y a más
de uno de ellos se le ha oído repetir: -Si un
Cardenal obra así con el Papa, >>no podremos
nosotros hacer otro tanto?
Eminencia, francamente lo digo: hubiera
preferido mil veces vivir oprimido por una
persecución, fuese justa o injusta, antes de dar
ocasión de escándalo a nuestros enemigos y más aún
al ceto eclesiástico. Tal vez hicisteis, a pesar
vuestro, un señalado servicio a los enemigos de la
Iglesia. Ellos, en efecto, se glorían y
enorgullecen de ello. Si pueden valer algo ante
Vos mis ruegos, cese Vuestra Eminencia de difundir
ciertos escritos, que no hacen más que cooperar a
la ruina de las almas, esas almas por las que
Jesús no sólo se humilló tanto, sino que vertió
toda su preciosísima Sangre. Este Jesús os pedirá
cuenta un día de si habéis cooperado a la
salvación de estas almas; y, si acaso Vuestra
Eminencia hubiera escandalizado alguna, piense que
le amenaza un juicio tremendo. Temo por su estado.
Ponga Vuestra Eminencia mente y corazón para
impedir en parte el daño que sigue propagándose a
cuenta de esos escritos.
Me encomiendo a sus oraciones y espero que Dios
nos consuele en esta aflicción...
29 de septiembre de 1866.
JUAN BONETTI, Pbro.
Después de las cartas de Bonetti pareció que el
Cardenal se hubiera calmado un poco. Dejó de
publicar sus invectivas; pero se obstinó en
permanecer en Nápoles. Las amonestaciones y
castigos no obtuvieron por el momento más efecto y
el Papa se vio obligado a suspenderlo, en fuerza
de la Constitución de Inocencio X (Cum juxta...
del 19 de febrero de 1646) de todos los honores,
insignias y derechos cardenalicios, comprendida la
privación de voz activa y
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