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((**Es9.192**) si, como un san Francisco de Sales, satisfecho de exponer con sencillez vuestras razones, os hubierais guardado de enviar a las cinco partes del mundo ciertos escritos en los cuales se encuentran expresiones que, mientras dan mayor pábulo a los enemigos de la Iglesia, no os hacen conseguir, en modo alguno, el fin que os habíais propuesto. Porque >>queréis justificaros ante los buenos o ante los malos? De cara a los buenos, creedlo, os será imposible, porque éstos, en la cuestión debatida, siempre creerán más al Papa que no a un Cardenal. Algunos de ellos saben también que grandes testigos en el pasado pudieron equivocarse y creen posible todavía que otros, aunque de noble ingenio, como el vuestro, puedan al presente andar equivocados; tanto más que en vuestros escritos se encuentran algunas palabras poco respetuosas para el gran Personaje a quien van dirigidas. Si, en cambio, quisierais justificaros ante los malos, no lo creo, puesto que yo no puedo suponer que V. Eminencia pueda temer los juicios de éstos. >>Qué os pueden importar sus juicios? Vos habríais podido repetir: Quid mihi de iis qui foris sunt? (>>qué me importan los que están fuera?). Nada conseguiríais, además, para vuestro fin. Estos, con su indiferencia, se burlan del Papa y del Cardenal, pisotean las protestas del uno ((**It9.193**)) y de los otros y no sacan ningún bien de sus escritos. En cambio Vos produjisteis un gran mal. Vos ayudasteis a los enemigos de la Iglesia; y a más de uno de ellos se le ha oído repetir: -Si un Cardenal obra así con el Papa, >>no podremos nosotros hacer otro tanto? Eminencia, francamente lo digo: hubiera preferido mil veces vivir oprimido por una persecución, fuese justa o injusta, antes de dar ocasión de escándalo a nuestros enemigos y más aún al ceto eclesiástico. Tal vez hicisteis, a pesar vuestro, un señalado servicio a los enemigos de la Iglesia. Ellos, en efecto, se glorían y enorgullecen de ello. Si pueden valer algo ante Vos mis ruegos, cese Vuestra Eminencia de difundir ciertos escritos, que no hacen más que cooperar a la ruina de las almas, esas almas por las que Jesús no sólo se humilló tanto, sino que vertió toda su preciosísima Sangre. Este Jesús os pedirá cuenta un día de si habéis cooperado a la salvación de estas almas; y, si acaso Vuestra Eminencia hubiera escandalizado alguna, piense que le amenaza un juicio tremendo. Temo por su estado. Ponga Vuestra Eminencia mente y corazón para impedir en parte el daño que sigue propagándose a cuenta de esos escritos. Me encomiendo a sus oraciones y espero que Dios nos consuele en esta aflicción... 29 de septiembre de 1866. JUAN BONETTI, Pbro. Después de las cartas de Bonetti pareció que el Cardenal se hubiera calmado un poco. Dejó de publicar sus invectivas; pero se obstinó en permanecer en Nápoles. Las amonestaciones y castigos no obtuvieron por el momento más efecto y el Papa se vio obligado a suspenderlo, en fuerza de la Constitución de Inocencio X (Cum juxta... del 19 de febrero de 1646) de todos los honores, insignias y derechos cardenalicios, comprendida la privación de voz activa y (**Es9.192**))
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