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Mientras tanto, ya que yo no pueda, ni con mi
pluma ni con mi ingenio, defender a nuestro
amadísimo Padre Pío IX, me conformo defendiéndole
por ahora con mis oraciones y mis lágrimas.
Le ofrezco mis humildes saludos y con la más
profunda veneración, celebro suscribirme, etc.
JUAN
BONETTI, Pbro.
Nuestro queridísimo hermano escribió también
una carta a otro periodista, que nosotros creemos
fuera el teólogo Margotti; en el borrador no
consta ningún nombre.
...Seré breve para no robar su tiempo. Vuestra
Señoría haga de esta mía el caso que le plazca en
el Señor. Creo yo que haría V. S. una obra santa
si reuniese en un artículo a propósito todas las
culpas y delitos del cardenal Jerónimo De Andrea y
los comparase con las defensas que él intentó
hacer sofisticadamente en su insidiosa y muy
injuriosa Apelación al Papa, poco ha publicada en
su prestigioso diario. De este modo el lector
podría rápidamente, y casi en un abrir y cerrar de
ojos, advertir las ofensas de esa desgraciada
Eminencia, que cual nuevo Lucifer cayó desde las
estrellas y de modo tan escandaloso se deshonró a
sí mismo y a la Iglesia en estos días ya tan
desgraciados para él. Si aún viviera san Juan, no
dudaría en llamarlo primogénito de Satanás.
Bien es verdad que se puede recurrir al Breve
del 12 de junio, pero no todos pueden hacerlo;
hay, pues, peligro de que en la mente de algún
incauto queden algunas malas impresiones
producidas por la lectura de esas cartas
escandalosas.
íQué amargado debe estar el Santo Padre! íEs lo
que le faltaba para convertirse en el hombre de
los dolores! Por eso, cuánto agradecerá todo
corazón bien nacido que se le proporcione, en
estos días, una reparación digna por parte de
aquellos sus queridos hijos que detestan la impía
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ingratitud de ese traidor. >>No sería lo más
propio una carta muy afectuosa, en forma de
mensaje, firmada por el Clero Italiano? Piénselo
V. S. y haga según su prudencia y el celo
intrépido que tanto le distingue actualmente en
defensa de la Iglesia y del Santo Padre. Por lo
demás, yo quedo satisfecho por haber expuesto en
esta mía un piadoso deseo y por haber desahogado
un poco el vivo dolor que sentí al leer las
injurias lanzadas contra el Padre Santo a quien
tanto quiero. No Pudiendo, como V. S., defenderle
con la pluma, le defiendo como puedo con las
oraciones. Perdone mi molestia.
En el mes de septiembre de 1866 dirigió una
tercera carta al mismo cardenal De Andrea.
Eminencia:
Levantad los ojos al cielo, alegrad vuestro
corazón. íAh, sí! Las delicias, las alegrías
purísimas de la bienaventuranza os decidan a poner
bajo vuestros pies la gloria fugaz de este mundo.
Eminencia, yo os quiero y este corazón mío me
hace temer que hayáis ofendido
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