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((**Es9.189**) ((**It9.189**)) Las noticias de la rebelión de un miembro del Sacro Colegio, que producían grave escándalo, habían llegado a conocimiento de don Bosco, no sólo a través de la Unidad Católica, sino también por cartas privadas venidas de Roma. Su corazón sangraba por las ofensas que recibía el angélico Pío IX, a quien hubiera debido proporcionarle consuelos en medio de tantas angustias religiosas y políticas; y estudiaba la manera de acabar con tan grave desorden. Su nombre, demasiado conocido, y su prudencia no le aconsejaban entrometerse en ello personalmente, hasta por el peligro de entrar en polémicas; pero halló la persona a quien confiar el delicado encargo y que lo cumpliese en nombre propio. Esta fue don Juan Bonetti. Hemos encontrado entre sus cartas algunos documentos que se refieren al enojoso asunto. Se trata del borrador de dos cartas para periodistas y de tres más para el mismo De Andrea. No es posible que en aquel momento se atreviera don Juan Bonetti, por iniciativa propia, a amonestar a un cardenal y tampoco nos parecen suyos la esencia y el estilo de las tres cartas dirigidas al Eminentísimo. Ellas manifiestan quién fue el inspirador de los escritos, y declaran el carácter predominante de don Bosco: franco, conciliador, respetuoso, ponderado, que buscaba los caminos del corazón. Sin duda que él dio a don Juan Bonetti amplias instrucciones a este respecto y no nos parece gratuito afirmar que examinara y corrigiera las cartas enviadas al Cardenal. A nuestro parecer, don Juan Bonetti no hizo más que seguir fielmente un mandato. Don Juan Bonetti escribió a monseñor Nardi: Reverendísimo Monseñor: Con el corazón lleno de aflicción por las injurias lanzadas a Nuestro Padre Santo por un ingrato hijo suyo, el cardenal De Andrea, postrado espiritualmente a vuestros pies os suplico, Reverendísimo Monseñor, que, inspirado por vuestra prudencia y ardiente celo, empuñéis la pluma, descubráis los sofismas, demostréis al mundo escandalizado las insidias ((**It9.190**)), que el desgraciado escrito esconde. Devolved, en nombre de todos los católicos, una compensación a nuestro óptimo Padre Pío IX, tan vilmente tratado por quien menos debería hacerlo; apartad a tantos incautos del peligro de ser ofuscados. Demostrad que ese infeliz sigue las huellas de los enemigos de la Iglesia y de la autoridad papal; poned en claro que esa soberbia Eminencia, como un nuevo Lucifer, se precipitó en el fango desde las estrellas. Esta afrenta inferida a la Iglesia y al Pontífice no puede quedar impune ante los fieles. Tampoco san Pedro tuvo deferencia con el traidor y dijo en plena reunión que suspensus crepuit medius (cayó de cabeza y se reventó por medio), etc. Monseñor, vuestra pluma es para esto; que el Señor, ultrajado en su Vicario, le inspire, le conceda gracia y tiempo para llevar a cabo esta labor tan digna de la Iglesia y tan provechosa para los fieles. (**Es9.189**))
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