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Yo no me explicaba cómo por ciertas cosas, a
las que nuestros jóvenes daban tan poca
importancia, tuviesen aparejados castigos tan
terribles. Pero el amigo interrumpió mis
reflexiones, diciéndome:
-Recuerda lo que se te dijo cuando contemplabas
aquellos racimos de la vid echados a perder.
Y levantó otro velo que ocultaba a muchos otros
de nuestros jóvenes, a los que conocí
inmediatamente y que están en el Oratorio.
Sobre aquel velo estaba escrito: Radix omnium
malorum (Raíz de todos los males).
E inmediatamente me preguntó:
->>Sabés qué significa esto? >>Cuál es el
pecado designado con esta inscripción?
-Me parece que debe ser la soberbia.
-No, me respondió.
-Pues yo siempre he oído decir que la soberbia
es la raíz de todos los pecados.
-Sí; en general se dice que es la soberbia;
pero en particular, >>sabes qué fue lo que hizo
caer a Adán y Eva en el primer pecado, por el que
fueron arrojados del Paraíso terrenal?
-La desobediencia.
-Cierto; la desobediencia es la raíz de todos
los males.
->>Qué debo decir a mis jóvenes sobre esto?
-Presta atención. Esos jóvenes que ves aquí,
son los desobedientes que se están preparando un
fin tan lastimoso. Esos tales y esos cuales que tú
crees se han ido a descansar y, en cambio, de
noche se bajan a pasear por el patio, sin
preocuparse de las prohibiciones del reglamento;
van a lugares peligrosos, suben por los andamios
de las obras en construcción poniendo en peligro
incluso la propia vida. Algunos, pese a las normas
de los reglamentos, van a la iglesia, pero no
están en ella como deben; en vez de rezar, están
pensando en otras cosas y se entretienen en
fabricar castillos en el aire; otros estorban a
los demás. Hay quienes sólo se preocupan de
apoyarse y buscar una posición cómoda para poder
dormir durante el tiempo de las ((**It9.180**))
funciones sagradas; otros, tú crees que van a la
iglesia y, en cambio, no aparecen por ella. íAy
del que descuida la oración! íEl que no reza se
condena! Hay aquí algunos que, en vez de cantar
las divinas alabanzas y el oficio de la Virgen
María, se entretienen en leer libros nada piadosos
y otros, cosa verdaderamente vergonzosa, hasta
leen libros prohibidos.
Y siguió enumerando otras faltas contra el
reglamento, origen de graves desórdenes.
Cuando hubo terminado, le miré conmovido a la
cara; él clavó sus ojos en mí y yo le dije:
->>Puedo referir todas estas cosas a mis
muchachos?
-Sí, puedes decirles cuanto recuerdes.
->>Y qué consejo he de darles para que no les
sucedan tan grandes desgracias?
-Debes insistir en que la obediencia a Dios, a
la Iglesia, a los padres y a los superiores, aún
en las cosas pequeñas, los salvará.
->>Y qué más?
-Les dirás que eviten el ocio, que fue el
origen del pecado de David: incúlcales que estén
siempre ocupados, pues así el demonio no tendrá
tiempo para tentarlos.
Incliné la cabeza y se lo prometí. Me
encontraba tan turbado que dije al amigo:
-Te agradezco la caridad que has tenido conmigo
y te ruego que me hagas salir de aquí.
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