((**Es9.178**)((**It9.176**)) -Dime,
>>por qué no oigo ni una voz?
-Acércate más, me gritó.
Me aproximé al cristal de la ventana y oí cómo
unos gritaban y lloraban entre horribles
contorsiones; otros blasfemaban e imprecaban a los
santos. Era un tumulto de voces y gritos
estridentes y confusos, por lo que pregunté a mi
amigo:
->>Qué es lo que dicen? >>Qué es lo que gritan?
Y él añadió:
-Al recordar la suerte de sus buenos compañeros
se ven obligados a confesar: Nos insensati! Vitam
illorum aestimabamus insaniam et finem illorum
sine honore. Ecce quomodo computati sunt inter
filios Dei et inter sanctos sors illorum est. Ergo
erravimus a via veritatis (íInsensatos de
nosotros! Teníamos su vida por locura y sin honor
su fin, y he aquí que fueron contados entre los
hijos de Dios y su suerte está entre los santos.
Luego nos desviamos del camino de la verdad).
Por eso gritan: Lassati sumus in via
iniquitatis et perditionis. Erravimus per vias
difficiles, viam autem Domini ignoravimus. Quid
nobis profuit superbia? Transierunt omnia illa
tamquam umbra (Hemos sido dejados en el camino de
la iniquidad y la perdición. Caminamos por caminos
difíciles pero ignoramos el camino del Señor. >>De
qué nos aprovechó la soberbia? Todo aquello pasó
como una sombra).
Estos son los cánticos lúgubres que resonarán
aquí por toda la eternidad. Pero son gritos
inútiles, esfuerzos inútiles, llantos inútiles.
Omnis dolor irruet super eos! (íTodo dolor caerá
sobre ellos). Aquí no cuenta el tiempo, aquí sólo
impera la eternidad.
Mientras lleno de horror contemplaba el estado
de muchos de mis jóvenes, de pronto floreció una
idea en mi mente.
->>Cómo es posible, dije, que los que se
encuentran aquí estén todos condenados? Esos
jóvenes estaban aún vivos en el Oratorio ayer por
la noche.
Y el guía me contestó:
-Todos los que ves aquí, están muertos a la
gracia de Dios y si ahora les sorprendiera la
muerte y continuasen obrando como al presente, se
condenarían. Pero no perdamos tiempo: prosigamos
adelante.
Y me alejó de aquel lugar por un corredor que
descendía a un profundo subterráneo conduciéndome
a otro aún más bajo, en cuya entrada se leían
estas palabras: Vermis eorum non moritur, et ignis
non extinguitur... Dabit Dominus omnipotens ignem
et vermes in carnes eorum, ut urantur et sentiant
usque in sempiternum (Judit, XVI, 21 ). (Su gusano
no muere y el fuego no se apaga... Meterá el Señor
omnipotente fuego y gusanos en sus carnes, y
llorarán penando eternamente). Aquí se veían los
atroces remordimientos de los que fueron educados
en nuestras casas.
El recuerdo de todos y cada uno de los pecados
no perdonados y de la justa condenación; de haber
tenido mil medios, y aun extraordinarios, para
convertirse al Señor, para perseverar en el bien,
para ganarse el Paraíso. El recuerdo de tas
gracias prometidas, ofrecidas y hechas por María
Santísima y no correspondidas. íEl haberse podido
salvar a costa de un pequeño sacrificio y, en
cambio, estar condenado para siempre! íRecordar
tantos buenos propósitos hechos y no mantenidos!
íAh!
De buenas intenciones ineficaces está lleno el
infierno, dice el proverbio.
Y allí volví a contemplar a todos los jóvenes
del Oratorio que había visto poco antes en el
horno, algunos de los cuales me están escuchando
ahora, otros que estuvieron aquí con nosotros y
otros muchos que yo no conocía. Me adelanté y
observé que todos estaban cubiertos de gusanos y
asquerosos insectos que les ((**It9.177**))
devoraban y consumían el corazón, los ojos, las
manos, las piernas, los brazos, todo, y tan
(**Es9.178**))
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