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amplio y tétrico patio, al fondo del cual se veía
una portezuela fea, gruesa, la peor que había
visto jamás y encima de la cual se leía esta
inscripción: Ibunt impii in ignem aeternum (Los
impíos irán al fuego eterno). Los muros estaban
cubiertos de inscripciones en todo su perímetro.
Pedí permiso a mi guía para leerlas y me contestó:
-Haz como te plazca.
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Entonces miré por todas partes. En un sitio vi
escrito: Dabo ignem in carnes eorum ut comburantur
in sempiternum (Pondré fuego en su carne para que
ardan para siempre) -Cruciabantur die ac nocte in
saecula saeculorum (Eran atormentados día y noche
por los siglos de los siglos) -Y en otro lugar:
Hic universitas malorum per omnia saecula
saeculorum (Aquí todos los males, por los siglos
de los siglos). En otros: Nullus est hic ordo, sed
horror sempiternus inhabitat (Aquí no hay ningún
orden, sino que impera un horror sempiterno)
-Fumus tormentorum suorum in aeternum ascendit (El
humo de sus tormentos sube eternamente) -Non est
pax impiis (No hay paz para los impíos) -Clamor et
stridor dentium (Clamor y rechinar de dientes).
Mientras iba alrededor de los muros leyendo
aquellas inscripciones, el guía que se había
quedado en el centro del patio, se acercó y me
dijo:
-Desde ahora en adelante nadie podrá tener un
compañero que le ayude, un amigo que le consuele,
un corazón que le ame, una mirada compasiva, una
palabra benévola; hemos pasado la línea. >>Tú
quieres ver o probar?
-Quiero ver solamente, respondí.
-Ven, pues, conmigo, añadió el amigo.
Y tomándome de la mano me condujo ante aquella
puertecilla y la abrió. Esta ponía en comunicación
con un corredor, en cuyo fondo había una gran
cueva cerrada por una ancha ventana con un solo
cristal, que llegaba del suelo a la bóveda, y a
través del cual se podía contemplar el interior.
Crucé el umbral y me detuve presa de terror
indescriptible.
Apareció ante mis ojos una especie de inmensa
caverna, que se perdía en las profundidades
excavadas en las entrañas de los montes, todas
llenas de fuego, pero no como el que vemos en la
tierra con sus llamas en movimiento, sino de una
forma tal que todo lo dejaba incandescente y
blanco a causa de la elevada temperatura. uros,
bóvedas, pavimento, hierros, piedras, madera,
carbón, todo estaba blanco y brillante. Aquel
fuego sobrepasaba en calor millares y millares de
veces al fuego de la tierra, sin consumir ni
reducir a cenizas nada de cuanto tocaba. No puedo
describir esta caverna en toda su espantosa
realidad. Praeparata est enim ab heri Thopheth, a
rege praeparata, profunda et dilatata. Nutrimenta
eius, ignis et ligna multa: flatus Domini sicut
torrens sulphuris succedens eam. -Isaías XXX, 33.
(Preparado está desde hace tiempo un Tófet,
también para Mélek un foso profundo y ancho; hay
paja y madera en abundancia. El aliento de Yahvéh,
cual torrente de azufre lo enciende).
Mientras miraba atónito todo aquello, llegó por
un pasaje, con gran violencia, un joven que, como
si no se diera cuenta de nada, lanzó un grito
agudísimo, como quien está para caer en un lago de
bronce hecho líquido y se precipitó en el medio,
se tornó blanco como toda la caverna y quedó
inmóvil, mientras por un momento resonaba el eco
de su voz moribunda.
Horrorizado contemplé un instante a aquel joven
y me pareció uno del Oratorio, uno de mis hijos.
-Pero >>éste no es uno de mis jóvenes?,
pregunté al guía; >>no es fulano?
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