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Notemos, además cómo, ante la vid, apareció un
personaje del que el Siervo de Dios aseguró que le
era desconocido, pero que después se convirtió en
su guía e intérprete. En el relato de este sueño,
como en el de otros muchos, don Bosco solía darle
a veces el nombre de desconocido para ocultar, tal
vez, la parte más grandiosa de cuanto había
contemplado y diremos también, lo que indicaba
claramente la intervención sobrenatural en estos
sueños.
Como le preguntásemos en distintas ocasiones,
valiéndonos de la confianza íntima con que nos
distinguía, sobre la naturaleza de este
desconocido, aunque sus respuestas no fuesen
explícitas, pudimos deducir por ciertos indicios
que el guía no era siempre el mismo, y que, a lo
mejor, unas veces era un Angel del Señor, otras un
alumno difunto, bien San Francisco de Sales, bien
San José u otros santos...
En algunas ocasiones dijo de una manera
concreta que había sido acompañado por Luis
Comollo, por Domingo Savio o por Luis Colle.
Alguna vez, además, la escena se alargaba en
derredor de estos personajes con apariciones
simultáneas que le hacían cortejo o compañía.
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