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((**Es9.167**) Y dije: -íNo me es posible ver nada! Y dijo el otro: -Mira bien y verás. Y yo, haciéndome mayor violencia, vi escrito sobre cada uno de aquellos pedazos negros de hielo: Inmodestia. Me dirigí entonces al granizo rojo, que a pesar de su frialdad quemaba cuanto tocaba. Tomé en mis manos un grano que hedía como el otro y pude leer un poco más fácilmente lo que sobre él estaba escrito: Soberbia. A la vista de esto exclamé lleno de vergüenza: ->>Son, pues, éstos los dos vicios principales que amenazan a esta casa? -Estos son los dos vicios capitales que arruinan mayor número de almas, no sólo en tu casa, sino en todo el mundo. A su tiempo verás cuántos caerán en el infierno impulsados por estos dos vicios. ->>Qué he de decir, pues, a mis hijos para que los aborrezcan? -Lo que has de decirles lo sabrás en breve. Y al decir esto se alejó de mí. Entretanto, el granizo continuaba asolando furiosamente la vid al resplandor de los relámpagos y de los rayos. Los racimos quedaban machacados como si hubieran estado en el lagar bajo los pies de los pisadores, y soltaban todo su jugo. Un hedor terrible se esparció por el aire haciéndolo irrespirable. De cada grano salía un olor diferente, pero uno era más soportable que el otro, según la diversidad y el número de los pecados. Como no podía resistir más, me puse el pañuelo en la nariz. Seguidamente me volví atrás para dirigirme a mi habitación, pero no vi a ninguno de mis compañeros, ni a Francesia, ni a Rúa, ni a Cagliero. Habían huido dejándome solo. Todo estaba desierto y silencioso. Me entró entonces tal espanto, que me di a la fuga y me desperté. Como veis, este sueño es en extremo desagradable, pero lo que sucedió la tarde y la noche posteriores a la aparición del sapo, lo diremos pasado mañana domingo, 3 de mayo, y aún será más desagradable. Ahora no podéis conocer las consecuencias, pero como no hay tiempo para hablar de ellas, para no quitaros más tiempo de descanso, os dejo que vayáis a dormir, reservándome el comunicároslas en otra ocasión. Hay que tener presente que las graves faltas reveladas a don Bosco no todas se referían a aquellos tiempos, sino que se relacionaban ((**It9.165**)) escalonadamente con una serie de años futuros. En efecto, el siervo de Dios vio, no solamente a los alumnos que habían estado y que estaban en la actualidad en el Oratorio, sino también a una infinidad de ellos, cuya fisonomía le era completamente desconocida y que pertenecerían a sus Institutos diseminados por todo el mundo. La parábola de la viña estéril que se lee en el libro de Isaías, abarca muchos siglos de historia. Además no conviene y no sería justo echar en olvido lo que dijo el guía a Don Bosco: No todos estos jóvenes están ahora en el estado en que los ves, pero un día lo estarán si no cambian de conducta. Por la senda del mal se llega al precipicio. (**Es9.167**))
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