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((**Es9.162**) Yo no sabía explicarme el significado de aquello y dije al personaje: ->>Quién eres tú? >>Qué significa esta vid? Quitó el velo que había delante de la vid y apareció solamente cierto número de los muchísimos jóvenes que había visto antes, en gran parte desconocidos por mí. -Estos son, añadió, los que teniendo mucha facilidad para hacer el bien no se proponen como fin agradar al Señor. Son los que hacen el bien sólo para no desmerecer delante de sus compañeros. Los que observan con exactitud el reglamento de la casa, para librarse de las reprimendas y para no perder la estima de los superiores, con los cuales se muestran deferentes, pero sin sacar fruto alguno de sus exhortaciones y de los estímulos y cuidados de que son objeto en esta casa. Su ideal es procurarse una posición honrosa y lucrativa en el mundo. No se preocupan de estudiar la propia vocación, desoyen la voz del Señor si les llama y al mismo tiempo disimulan sus intenciones temiendo algún daño. Son, en suma, los que hacen las cosas como a la fuerza, por eso sus obras de nada les sirven para la eternidad. Eso dijo. íOh, cuánto me disgustó ver entre ellos a algunos que yo creía muy buenos, encariñados y sinceros! Y el amigo añadió: -El mal no está todo aquí. Y dejó caer el velo dejando al descubierto la parte superior de toda la vid. ((**It9.159**)) -Mira ahora de nuevo, me dijo. Miré aquellos sarmientos; entre las hojas veíanse muchos racimos que, a primera vista, me pareció presagiaban una rica vendimia. Yo me alegraba, pero al acercarme vi que los racimos eran raquíticos y podridos; unos estaban enmohecidos, otros cubiertos de gusanos y de insectos que los devoraban; éstos, picoteados por los pájaros y las avispas; aquéllos podridos y secos. Fijándome mucho me convencí de que nada bueno se podía sacar de aquellos racimos, que no hacían más que apestar el aire con el hedor que de ellos emanaba. Entonces el personaje levantó de nuevo el velo y exclamó: -íMira! -Y debajo apareció, ya no el número incontable de jóvenes que había visto al principio del sueño, sino muchísimos de ellos. Sus rostros, antes tan hermosos, se habían tornado feos, sombríos, cubiertos de asquerosas llagas. Paseaban encorvados, encogidos y melancólicos. Ninguno hablaba. Había entre ellos algunos de los que estuvieron en esta casa y en los colegios, otros que actualmente están aquí presentes y muchísimos a los cuales yo no conocía. Todos estaban avergonzados y no osaban levantar la mirada. Yo mismo, los sacerdotes y algunos de los que me rodeaban, estábamos espantados y sin poder pronunciar palabra. Por fin pregunté a mi guía: ->>Cómo es esto? >>Por qué estos jóvenes estaban al principio tan contentos y tenían un aspecto tan agradable, y ahora están tristes y feos? El guía contestó: -íEstas son las consecuencias del pecado! Los muchachos pasaban entretanto delante de mí y el guía me dijo: -íObsérvalos detenidamente! Miré atentamente y vi que todos llevaban escrito en la frente y en la mano su pecado. Reconocí a algunos de ellos que me llenaron de estupor. Siempre había creído que eran verdaderas flores de virtud y, en cambio, al presente veía que tenían el alma manchada con culpas gravísimas. Mientras los jóvenes desfilaban, yo leía en su frente: Inmodestia, escándalo, malicia, (**Es9.162**))
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