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-Mis queridos jóvenes: ayer noche os dije que
tenía algo desagradable que contaros. He soñado y
estaba decidido a no deciros nada, ya fuera porque
dudaba si se trataba de un simple sueño, ya fuera
porque siempre que conté alguno, hubo algo que
objetar o que observar por parte de alguien. Pero,
otro sueño me obliga a hablaros del primero, sobre
todo porque, desde hace unos días, he vuelto a ser
molestado de nuevo con ciertos fantasmas,
especialmente hace tres noches. Sabéis que marché
a Lanzo en busca de un poco de tranquilidad. Pues
bien, la última noche que pasé en aquel Colegio,
me acosté y, cuando comenzaba a dormirme, vino a
mi fantasía cuanto voy a deciros:
Me pareció ver entrar en mi habitación un gran
monstruo que, adelantándose, fue a colocarse a los
pies de la cama. Tenía una forma asquerosísima de
sapo y era grueso como un buey.
Yo lo miraba fijamente, conteniendo la
respiración. El monstruo poco a poco iba
aumentando de volumen; le crecían las patas, le
crecía el cuerpo, le crecía la cabeza y cuanto más
aumentaba su grosor más horrible resultaba. Era de
color verde con una línea roja alrededor de la
boca y del pescuezo que le hacían aún más
terriblemente espantoso. Sus ojos eran de fuego y
sus orejas huesudas muy pequeñas. Yo decía entre
mí mientras lo observaba: -íPero si el sapo no
tiene orejas!
Encima de su nariz salían dos cuernos y por sus
costados apuntaban dos grandes alas verduscas. Sus
patas se parecían a las del león y por detrás
tenía una larga cola que terminaba en dos puntas.
En aquel momento me pareció no tener miedo,
pero aquel monstruo comenzó a acercarse cada vez
más a mí, alargando su amplia boca guarnecida de
fuertes dientes. Yo entonces me sentí invadido de
indecible terror. Lo creí un demonio del infierno,
pues tenía todas las trazas de tal. Hice entonces
la señal de la cruz, pero de nada sirvió; toqué la
campanilla, mas a aquella hora nadie acudió, nadie
la oyó; comencé a gritar, pero todo fue en vano;
el monstruo permanecía impasible.
->>Qué quieres de mí, dije entonces, infernal
demonio?
Pero él se acercaba cada vez más enderezando y
alargando las orejas. Después puso las patas
delanteras sobre el borde ((**It9.156**)) de mi
lecho y, aferrándose con las patas traseras a los
barrotes, permaneció inmóvil un momento con su
mirada fija en mí. Después, alargando el cuerpo
hacia adelante, puso su hocico cerca de mi cara.
Yo sentí tal escalofrío, que de un salto me senté
en la cama dispuesto a arrojarme al suelo; pero el
monstruo abrió toda la boca. Hubiera querido
defenderme, apartarlo de mí, pero era tan
asqueroso que ni en aquellas circunstancias me
atreví a tocarlo. Comencé a gritar, eché la mano
hacia atrás buscando la pileta del agua bendita,
pero sólo tocaba la pared sin encontrarla y el
monstruo me mordió por la cabeza de tal forma que
durante unos instantes la mitad de mi cuerpo
permaneció dentro de aquellas horribles fauces.
Entonces grité:
-En el nombre de Dios: >>por qué me haces esto?
El sapo, al oír mi voz, se retiró un poco,
dejando libre mi cabeza.
Hice de nuevo la señal de la santa cruz y,
habiendo logrado meter los dedos en la
benditera,eché un poco de agua bendita al
monstruo. Entonces, aquel demonio lanzó
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