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hemos recogido en limosnas extraordinarias cerca
de diez mil liras. Así irá adelante la iglesia.
Ayer, jueves, vino a visitarle un tal Fino,
hermano del comerciante de l, que prometió su
colaboración para decorar con pinturas al fresco
una capilla, que se dedicaría a los Santos
Protectores de Turín. Otra persona se encarga de
pagar un pavimento elegante para una de las
sacristías. Entre tanto, llegan personas de una y
otra parte a tomar medidas del altar, de la
balaustrada, de las gradas, para hacer, a lo que
parece, un tapete o alfombra.
((**It9.111**)) El
próximo lunes empezarán a hacer los confesonarios,
pues ya están terminadas todas las puertas.
Si tuviera que describirle el verdadero
entusiasmo que reina en Turín por nuestra iglesia
entre los buenos, usted se alegraría mucho de
ello. Algo singular que hoy se observa es la
veneración cada vez mayor de la nobleza por don
Bosco. No cae uno enfermo que no le llame, casi
diría antes que al médico; y en esto, se lo
aseguro, no tiene poco que hacer para poder
contentar a todos. La prueba es que raramente está
con nosotros.
Don Santiago Margotti se prepara para ir a Roma
y pasar ahí la Semana Santa... Teme que haya
todavía alguien mal impresionado por su famoso
Quién sabe más que nosotros respecto a las
elecciones políticas, que tanto ruido armó en el
mundo. Pero todos saben que él escribió aquello
para obedecer a quien debía...
FRANCESIA, Pbro.
Por aquellos días ocurrió en el Oratorio un
hecho estruendoso. Don Bosco había afirmado que
Petiva no era el segundo del sueño, pero había
añadido que otro pasaría a la eternidad antes del
siguiente ejercicio de la buena muerte. Corrían
los últimos días de febrero y, según la costumbre,
un mes después se repetiría el ejercicio. Y he
aquí que, con sorpresa de todos (nos contó
monseñor Pascual Morganti, Arzobispo de Rávena y
alumno entonces del Oratorio), don Bosco anunciaba
en público que el siguiente ejercicio de la buena
muerte se anticiparía quince días y se haría
precisamente el 19 de marzo, fiesta de san José.
El motivo de esta disposición era que antes de
aquella fecha debía morir un joven de la casa, el
cual, no obstante, comulgaría la misma mañana de
su muerte: y recomendaba a todos que estuvieran
preparados e hicieran una buena confesión.
Como el día 18 por la tarde no había ningún
enfermo en casa, corrían grandes rumores
especialmente entre los alumnos. Estos, en voz
baja, para no ser oídos por los superiores,
decían:
-Esta vez se ha equivocado don Bosco, estamos
en el ejercicio de la buena muerte y todos estamos
bien de salud: ífracasa la profecía!
((**It9.112**)) A las
seis de la tarde estaban los confesores en la
iglesia en
(**Es9.112**))
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