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Cerrado herméticamente, se colocó el envoltorio
que contenía el acta en el hueco practicado en el
centro de la piedra angular, juntamente con unas
medallas de María Auxiliadora y monedas de oro,
plata y cobre, acuñadas aquel año y estampas
religiosas y retratos del Papa.
El venerando Prelado bendijo todo con el
hisopo.
Junto a él, atraían todas las miradas los dos
hermanos Francisco y Miguel Paglia, que eran los
más pequeños de los clérigos, iguales en estatura,
y muy iguales de cara, ya que eran gemelos. El uno
sostenía en las manos una elegante bandeja de
plata con una paleta de albañil y un martillo; el
otro una bandeja igual con un pequeño cofrecito.
El príncipe Amadeo embutió éste en el hueco
practicado en la piedra angular y echó encima la
primera paletada de cal. Después continuaron los
albañiles allí mismo su trabajo hasta la altura de
poco más de un metro.
Acabados los actos religiosos, los personajes
invitados entraron en el Oratorio.
En el patio estaban los alumnos formados en dos
filas. ((**It8.102**)) El
Príncipe quiso pasarles revista y por dos veces
recorrió despacio las filas de los muchachos que
aplaudían. Se paró ante la banda de música y quedó
gratamente impresionado al ver entre los músicos
algunos jóvenes, ya salidos del Oratorio, que
vestían el uniforme de su mismo regimiento.
Siempre acompañado por don Bosco, visitó el
Oratorio dando muestras de agrado ante las
frecuentes aclamaciones que los muchachos le
tributaban cada vez que pasaba cerca de ellos. Una
vez terminado el recorrido, se dirigió con los
demás invitados al gran salón de estudio, donde
don Juan Bautista Francesia saludó al Obispo, al
Príncipe y demás señores con una admirable poesía
en la que, entre otras cosas, dijo a su Alteza:
Caro e diletto Principe, Querido
ilustre Príncipe,
Schiatta di santi eroi, Casta de
héroes y santos,
Quale pensier benefico >>Qué piadosos
encantos
Ti mena qui fra noi? Te traen a
nuestro hogar?
Uso alle aurate reggie, >>Desde tu
alcázar regio
sabiduría y fortaleza el Pontífice Máximo Pío IX,
según los ritos religiosos, se bendijo la piedra
angular de la iglesia por Juan Antonio Odone,
Obispo de Susa: y Amadeo de Saboya, hijo de Víctor
Manuel II, la colocó por primera vez en su sitio,
con gran solemnidad y ante una gran muchedumbre.
Salve, oh Virgen Madre, socorre benévola a tus
devotos, que veneran tu majestad y defiéndelos
desde el cielo con tu eficaz ayuda.(**Es8.98**))
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